El Barça se enfrenta a dos enemigos. El más convencional, el Arsenal (20.45 horas), está a la vista de todos, un rival conocido al que acostumbra a darle duro y que, otra vez, lleva todas las de perder en el Camp Nou. El otro, es poco visible, y entra en el terreno de la percepción, esa sensación que flota en el aire de que no hay que temer, que todo está decidido y con este Barça y este marcador (2-0) tiene más gracia pensar en el cruce de cuartos que ponerse serio ante la cita de esta noche.

No es fácil escapar a la convicción general que ya coloca la bola del Barça en el bombo del sorteo del viernes. Pero ese no es el mensaje que Luis Enrique se esforzó en trasladar a los suyos, fiel a su discurso de no dar nunca nada por hecho. Y en esa obsesión de tener los pies en el suelo, de afrontar cada partido sin mirar atrás ni pensar en récords que, tal vez, no acaben en nada, el técnico apeló a una condición innegociable que el equipo cumple escrupulosamente. "Queremos repetir o mejorar lo de la pasada temporada, pero para eso hay que ser humildes".

En un partido de alto riesgo, con medidas excepcionales de control en los accesos de acuerdo con el nivel 4 de alerta antiterrorista (no se permitirá la entrada de bolsas, mochilas y riñoneras y habrá rigurosos registros), el Barça jugará con la red del marcador. Un condicionante evidente pero que quieren dejar de lado como si no existiera. "Seguro que el Arsenal es capaz de remontar. No es un partido para relajarse. Todo está abierto", advirtió, insistiendo en la necesidad de hacer dos "grandes partidos" para pasar. Queda uno.

Frente a un Arsenal con una lista interminable de bajas (Cech, Cazorla, Wilshere, Oxlade-Chamberlain, Ramsey, Koscielny, Arteta...), Piqué es la única ausencia (provocó la amarilla en el Emirates) en un once cantado. Con el tridente, en primera fila, y la punta, Suárez, listo para salir como un toro después del descanso forzado que aceptó apretando los dientes. No hay dudas sobre el triángulo mágico que abrá sobre el césped.