Muchos han criticado a Dani Pedrosa por ser discreto, poco hablador, nada acrobático en la pista, fino, controlador, en fin, poco espectacular en todo lo que hace. Muchos han criticado que el tricampeón del mundo creado por Alberto Puig no ofrezca titular alguno a la prensa y trate de salir lo menos posible en los papeles. En el fondo, ni le gusta ni quiere ser protagonista lejos del asfalto.

TVE, que ha pagado más de 20 millones de euros anuales por seguir poseyendo los derechos del Mundial, ha descartado ya convertir a Pedrosa en el Fernando Alonso de las motos. Pero, de pronto, dos intrépidos campeones saltan a las pantallas, a la fama, a la popularidad, por su fogosidad y carácter ganador. Jorge Lorenzo, campeón de 250cc, y Alvaro Bautista, poseedor del cetro de 125cc y flamante rookie del año en dos y medio, sí parecen dispuestos a ser el banderín de enganche del mayor espectáculo del mundo, el que ellos mismos protagonizan.

SIN PERDON Lorenzo, que el próximo año dará, casi con toda seguridad, el salto a MotoGP de la mano de Yamaha, sufrió ayer una derrota muy amarga en Mugello, justo a manos de Bati, que logró a su costa su primera victoria en la nueva categoría después de tres podios en Jerez, Estambul y Shanghái.

Dicen que el otro día, mientras los dos se sometían a un masaje en la clínica móvil del circuito, Lorenzo le dijo a Bautista, en relación a su alocado y agresivo pilotaje: "Un día acabarás tirándome y acabaré cabreándome". Ese día ya ha llegado. Fue ayer, cuando Bautista superó a Lorenzo en un interior, desplazó al mallorquín hacia el exterior de la curva, Jorge no quiso cortar (lo que hubiese hecho que su moto recuperara la verticalidad) y acabó en la tierra. Se levantó, sí, y acabó octavo.

"Sé que Jorge está enfadado conmigo, pero así son las carreras", dijo Bautista mientras esbozaba su mejor sonrisa, la de siempre. "Yo corro así porque es mi estilo, me divierto, me gusta, me va la marcha y, además, no tengo nada que perder. Soy debutante en esta categoría y arriesgo porque es la única manera de conocer cuáles son mis límites en esta cilindrada".

Lorenzo, que ayer se ganó el respeto de todos por su soberbia remontada, criticó a Bautista "porque se mostró muy nervioso, como si temiese perder la carrera". "Me pasó en un lugar donde todo el mundo sabe que no se puede pasar pero, bueno, mejor me callo", añadió el mallorquín, que aseguró, sin rencor pero con mucha memoria: "Esto que me ha hecho va a ser muy difícil que se lo perdone".

Si quería un duelo, TVE ya lo tiene. Lorenzo-Bautista en la cúpula del trueno, dos entran y solo uno sale. Campeón, claro.

LIOS EN HONDA Alberto Puig, su mánager, amigo, descubridor y protector, sostenía el casco de Dani Pedrosa, mientras el tricampeón trataba de sercarse el sudor, mimarse los ojos y relajarse nada más aparcar su atolondrada y nerviosa Honda RC212V. Los desequilibrios de la máquina le impidieron codearse hasta el final de la carrera con Valentino Rossi, el rey de Mugello, que acababa de ganar por sexta vez consecutiva entre una corte de aficionados que inundó la recta del circuito coreando su nombre y cantando el himno italiano Fratelli d´´Italia.

Puig, como Pedrosa, sabía que esa era su carrera. La carrera en la que iban a iniciar el despegue. Tenían sus dudas, claro, pero los entrenamientos de por la mañana les habían reforzado la tesis de que, si no llovía (y no llovió), podían conseguir su primera victoria del año y acercarse a Casey Stoner (Ducati), líder de MotoGP. No ganaron, cierto, pero le restaron siete puntos al joven australiano, con quien Pedrosa compartió, en su día, aprendizaje y maestro.

Mientras Jordi Padres, el mecánico de confianza de Pedrosa, le sostenía el agua en el corralito donde los conquistadores del podio son entrevistados en directo por las televisiones, y Christophe Leonce, su otro meca, tapaba con una lona su corcel de acero, Pedrosa le explicaba a Mike Leitner, su técnico, que la moto se había convertido en inconducible a partir de media carrera. "Igual que en Jerez, Mike, igual", le recordaba dolido Pedrosa a Leitner, mientras Puig movía la cabeza, de un lado a otro, gozoso pero resignado.

"Estoy contento con el fin de semana, pero el segundo puesto me sabe a poco. Podíamos haber ganado", sentenció el tricampeón, convencido de que, en las próximas carreras la cosa vaya mejor.