Como un fantasma, la figura de Bela Guttman persigue al Benfica desde hace más de 40 años. El hombre que le dio la mayor gloria pasa por ser para los más supersticiosos el responsable de todas las penas que ha vivido el club portugués en Europa. Guttman, el técnico austrohúngaro que se sentó en el banquillo en la final de Berna contra el Bar§a, el tipo con suerte que vio estrellarse al equipo de Kubala y de Suárez contra los postes cuadrados del estadio de Wankdorf, el mismo que al año siguiente volvió a llevar al Benfica a conquistar el título ante el Madrid, dejó Lisboa de mala manera y con una enigmática despedida, a la que entonces nadie debió dar importancia. "Sin mí, el Benfica no ganará jamás la Copa de Europa".El paso del tiempo ha acabado convirtiendo aquella frase en una profecía, en una terrible maldición. Desde ese día, el Benfica ha disputado cinco finales. Sin Guttman, por supuesto. Y las ha perdido todas.El viejo conocidoRonald Koeman también ha oído hablar de Bela Guttman, pero él no cree en fantasmas. A Koeman le inquieta más el Bar§a de Rijkaard que esa vieja leyenda. A Koeman le inquietan otros diablos de carne y hueso como Ronaldinho, como Deco, como Etoo... Benfica y Bar§a vuelven a cruzarse en el camino, pero las cosas han cambiado mucho desde la última vez. Aquel partido llevó al dream team hasta Wembley y a Koeman a la escena más recordada por los culés, al minuto 111, y al final de otra maldición, que quizá nació aquel 31 de mayo de 1961, cuando el Bar§a perdió su primera final, víctima de una desgracia tan inexplicable que casi lleva a pensar que Guttman tenía algo de hechicero.Para el Bar§a el hechizo se rompió gracias al hombre que mañana estará en el otro bando. "Es un partido entre amigos. Quiero ganar, por supuesto, pero también quiero disfrutar. Y si nos eliminan, que sean campeones", repite, sin importarle que el gol de Wembley pierda un poco de magia, y que cada 20 de mayo dejen de llamarle para felicitarle y recordarle lo que entonces ya sabe, que es día de aniversario.Desde el momento en que el sorteo les emparejó, la rutina que seguía en Lisboa ha saltado en pedazos. No es normal recibir a los pocos minutos una llamada al móvil del secretario técnico rival y que sea la voz de un buen amigo, el mismo que tres años atrás le eligió para entrenar al Bar§a. Su contrato con el Ajax y la negativa del Bar§a a pagar una indemnización imposibilitó ese tándem, que sin embargo ha perdurado con llamadas y cenas en las que sucumben a la nostalgia y a los recuerdos.Admiración mutua"Con Txiki siempre hemos tenido una relación especial, que está por encima de donde esté cada uno", dice Koeman, que el martes, en su 43 cumpleaños, coincidió con él en el palco durante el partido contra el Getafe. Y con Alexanko, y con Eusebio, y con Unzué. Y con la esposa de Rijkaard, sentada en la fila de delante. "Vaya manera de espiar. Estábamos rodeados", bromea.Desde el día del sorteo, el teléfono de Koeman ha recibido un sinfín de llamadas y de mensajes de amigos de Barcelona que andan con el corazón dividido y que desean que su suerte le dé para todo menos para eliminar al Bar§a. En Lisboa, en cambio, las cosas se han complicado. La eliminación del Manchester en la primera fase y, sobre todo, la del actual campeón, el Liverpool, en octavos ha desatado una euforia mal digerida. Hay quien cree que el Benfica puede ganar la Champions, guiado por la obsesión de querer repetir la hazaña del Oporto de Mourinho y devolver así el golpe al gran rival, que además en la Liga es líder a siete puntos del Benfica, tercero. Y lo que parece una vana ilusión ha crecido como una bola de nieve y ha dado pie a tensiones.Ha bastado que Koeman dijera lo que casi todo el mundo piensa, que "el Bar§a tiene más del 50% de posibilidades de pasar la eliminatoria", para que se le mirara con mala cara.Con rangoSu imagen dentro del vestuario se mantiene intocable. Se ha ganado el respeto de los jugadores, a quienes ha contagiado su carácter extremadamente competitivo. El Benfica no sale rendido de antemano. Ni hablar. Y mucho menos mañana, en el estadio da Luz, delante de sus 65.000 devotos, una pequeña representación de la iglesia benfiquista, repartida por todo el mundo. Con 200.000 socios y más de cinco millones de seguidores en todos los continentes, el Benfica, el club simbolizado por el águila, hace honor al lema que lleva inscrito en su camiseta: E Pluribus Unum (De muchos, uno). Allá donde va, nunca está solo.

"Es un partido entre amigos. Quiero ganar, por supuesto, pero también quiero disfrutar. Y si nos eliminan, que sean campeones",

"Con Txiki siempre hemos tenido una relación especial, que está por encima de donde esté cada uno", "Vaya manera de espiar. Estábamos rodeados",

"el Bar§a tiene más del 50% de posibilidades de pasar la eliminatoria",

"Jugamos en Lille y no podía creerlo: había 50.000 portugueses. Era como si estuviéramos en Lisboa. En la pretemporada, jugamos en Sion y vinieron 11.000. Aquí, cuando vamos en autocar hasta el campo, hay gente en la calle y en los balcones, con banderas y bufandas. Nunca he visto nada igual, ni siquiera con el Bar§a",