Durante siglos, Islandia fue una isla fría y remota, perdida en el Atlántico norte y olvidada de casi todo el mundo. Cuentan los más viejos del país que antes de la independencia, que no llegó hasta 1944, en la isla vivían tan sólo un puñado de pescadores y agricultores, y que apenas si circulaba el dinero. Por no circular, tampoco circulaba la cerveza, que no fue autorizada por las autoridades, temerosas de que la población se volviera alcohólica, hasta 1989.

La situación estratégica de la isla, sin embargo, la sacó del olvido al acabar la segunda guerra mundial, cuando la base norteamericana de Kéflavik, hoy desmantelada, se convirtió en escenario clave de la guerra fría, ya que controlaba el tráfico de submarinos soviéticos. El siguiente acontecimiento que puso a Islandia en las portadas de los diarios de todo el mundo no llegó hasta 1972, cuando Reikiavik fue elegida para que el norteamericano Bobby Fischer y el ruso Boris Spassky disputaran el Mundial de ajedrez.

XNO HAY DUDAx de que los mejores embajadores de Islandia en la actualidad son la cantante Björk y los músicos de Sigur Rós, pero los habitantes de Reikiavik aún recuerdan con emoción los días en que Fischer y Spassky contribuyeron a sacar del olvido aquella isla en la que nunca pasaba nada, los policías no llevaban pistola y en la que los pocos presos que había tenían permiso para salir a la calle durante el día (el castigo si volvían a la cárcel pasadas las 10 de la noche consistía en no dejarles entrar).

Al excéntrico Bobby Fischer, probablemente el más grande campeón de ajedrez, aquella extraña isla volcánica en la que sólo viven 300.000 personas debió de parecerle un paraíso, y más aún cuando su paranoia le llevó a renunciar a los Estados Unidos y a declararse víctima de la "conspiración judía mundial".

XA FISCHERx, nacido en Chicago en 1943, los islandeses siempre le tuvieron cariño. Fue en Reikiavik donde se hizo con el título mundial, aunque tres años después lo perdió al rehusar defenderlo. En 1992, cuando disputó una revancha no oficial con Spassky, que por cierto también ganó, Fischer rompió del todo con EEUU. Durante un tiempo vivió en Hungría, y luego en Japón, hasta que en julio de 2004 fue detenido en el aeropuerto de Tokio porque EEUU le había anulado el pasaporte.

Tras pasar ocho meses de cárcel, el 21 de marzo de 2005 el Parlamento de Reikiavik aprobó concederle la nacionalidad islandesa. Tres días después fue deportado a Islandia y a su llegada a Reikiavik fue aclamado por una multitud que no olvidaba que había puesto a su país en el mapa del mundo.

Se sabe que en los últimos meses Bobby Fischer había sido internado, aquejado de paranoia, en una clínica de Reikiavik. La leyenda del hombre que tenía un coeficiente intelectual superior al de Einstein se acercaba al final, pero ahora que ha muerto conviene recordar que no solo fue un inmenso jugador de ajedrez --el mejor para muchos--, si no que se permitió pasear por el mundo como si fuera un personaje escapado de una novela de Vladímir Nabokov. En cierta ocasión afirmó: "Todo lo que quiero en la vida es jugar al ajedrez". Por desgracia no lo tuvo fácil.