ESPAÑA (19+34+20+18) 91: López (5), Fernández (11), Jiménez (1), Reyes (15), Marc Gasol (6) -quinteto titular-, Pau Gasol (16), Rubio (6), Navarro (0), Calderón (3), Rodríguez (10), Mumbrú (12) y Garbajosa (6).

RUSIA (13+10+23+10) 56: Holden (11), Samoylenko (0), Kirilenko (18), Monya (0), Savrasenko (2) -quinteto titular-, Bykov (3), Morgunov (2), Pashutin (4), Ponkrashov (0), Keyru (0), Fridzon (9), Vorontsevich (5), Shabalkin (0), Shved (0) y Kaun (2).

ARBITROS: . Bultó, Conde y Granados. Sin eliminados.

INCIDENCIAS: Partido de la tercera jornada de Torneo Preolímpico Extremadura 2008, disputado en el Pabellón Ciudad de Cáceres.

El dolor de aquel tiro de Gasol que se salió de la cesta no se borrará nunca de la retina de los aficionados españoles al baloncesto, pero en algo se compensará aquella derrota del Eurobasket de Madrid. Diez meses y tres días después, se sirvió la venganza deportiva en los platos de los 6.000 privilegiados extremeños que contemplaron ayer la exhibición de la ÑBA española ante Rusia. El atestado Ciudad de Cáceres vivió su mejor noche colectiva, superior a un antecedente similar con la no menos grandiosa selección de fútbol sala.

No jugaba el equipo local en la ACB. El acontecimiento era de talla mundial. Campeón del mundo contra campeón de Europa. Y ganó el mejor, como debió ganar el pasado año. Pero eso ya es pura historia. El presente demostró que España es mucho mejor que Rusia y que, por qué no, en Pekín puede haber vendetta de verdad. La de ayer no fue de artificio, a juzgar por la mala cara que se le quedó a la estrella rusa, Andrei Kirilenko.

España borró de un plumazo la resistencia rusa desde el inicio. El espíritu del sello Aíto García Reneses salió a pasear desde el primer segundo. Muy poco ha tardado el madrileño en inculcar su sello al combinado nacional. La monumental defensa que durante años ha practicado con enorme éxito en el Barça y en el Joventut alcanza aquí su máxima expresión.

Las continuas rotaciones --más incluso que las que introducía Pepu Hernández-- parece ser su otra determinación de futuro. Un factor, unido con el otro. La determinación tiene su lógica: como la mayoría son grandes atletas, España apenas nota el contínuo carrusel.

Aparecía Raúl López para robar un balón; por allí andaban Ricky y Rudy para adornarse con su particular complicidad; entraban en acción Mumbrú y Berni para incomodar y asustar al rival, al que Kirilenko no bastaba; ni tampoco el grandísimo Holden, un base americano-ruso que ha creado escuela en la Euroliga, competición en la que se le teme en cualquier cancha.

Rusia tiene a los mismos pívots desde hace siete-ocho años. Con la entrada de Gasol --era de justicia que jugara, si no iba a ser un chasco-- el partido era claramente español. La intimidación tenía denominación de origen española, con Felipe Reyes y Marc Gasol de escuderos del subcampeón de la NBA.

DISFRUTE TOTAL En realidad, es que hubo poco que disputar y sí mucho que disfrutar. Y es que es un placer ver cómo se divierte Ricky Rubio, que apunta a lugarteniente de Calderón; o cómo un jugador tan celestial como Rudy Fernández (éste también triunfará en la NBA) se lo toma tan en serio que incluso se dirige a la grada para que no aplaudan mientras su joven compañero Ricky lanza a canasta desde la personal.

El marcador era ya de 9-2 en el minuto 4. Solamente Kirilenko opuso algo de resistencia, quizá por puro orgullo, mientras la grada aclamaba cada acción ofensiva de España. Los números fueron creciendo y aquello fue un monólogo casi insultante para un campeón de Europa. Al descanso, 30 puntos de ventaja (53-23).

El pistón apenas bajó en la continuación. A Aíto no le debe gustar que se le relajen sus hombres ni en los amistosos. Un ligero arreón ruso, de la mano de Holden, acortó distancias (60-40, min. 24).

Pero como el partido era algo que había que tomárselo como tal, casi como si de una competición oficial se tratara, el combinado volvió a tirar de manual para apabullar a su rival. El juego colectivo español, pese a las enormes individualidades (cuatro jugadores NBA, más Navarro, que vuelve), fue una de las grandes bazas para los últimos éxitos. Y allá fueron, arremangados para su particular obra.

El festival de la cancha se trasladó a la grada, que jaleó la exhibición como si se tratara de un espectáculo de primer orden en el que estaría en juego una medalla. No era exactamente así. De lo que se trataba era de agradar, de lucirse, de divertirse. Y a estos jugadores lo que les gusta es pasárselo bien. Y si de paso contagian, mucho mejor. Son unos chicos de oro.