El atletismo pasó ayer página y escribió la siguiente con titulares impensables hace tan solo una semana. Carl Lewis perdió el último récord que le quedaba y Estados Unidos ya no es la primera potencia mundial de la velocidad. El cuarteto jamaicano del 4x100, con Nesta Carter, Michael Frater, Usain Bolt y Asafa Powell, quienes, por este orden, marcaron 37.10 segundos, 30 centésimas menos que el récord del mundo.

Bolt logró su tercer oro con récord del mundo incluido, una hazaña completamente inédita que le sitúa entre los más grandes, compartiendo trono y gloria olímpicos con Michael Phelps en Pekín.

TRES PRECEDENTES Solo tres velocistas habían logrado los tres triunfos en 100, 200 y 4x100 en unos Juegos: Jesse Owens, en Berlín 1936; Boby Morrow, en Melbourne 1956, y Carl Lewis, en Los Angeles 1984. Pero ninguno de ellos pudo hacerlo borrando de paso las tres plusmarcas mundiales. La gesta de Bolt es única y puede que irrepetible.

La final del relevo corto estuvo precedida por unas absurdas declaraciones de Jacques Rogge, presidente del CIO, en las que pedía al Relámpago que diera la mano a sus rivales en señal de respeto. Bolt ni se inmutó. Anoche tuvo la misma actitud jovial y distendida que en sus actuaciones precedentes. Saludó a su rivales, hizo el arquero para los 91.000 espectadores que llenaban el Estadio Nacional de Pekín (ese es su nombre oficial) y se colocó en la zona de la tercera posta, en la calle cinco, para correr la curva.

ARRANQUE FULGURANTE Frater, el segundo relevista, le pasó el testigo sin problemas y Bolt arrancó como una exhalación. Por la calle cuatro iba Emmanuel Callender, de Bahamas, que contaba con la compensación de la curva, pero parecía que corría sobre el sitio en comparación con la velocidad del jamaicano: su equipo logró la plata, otro metal más para los velocistas caribeños.

La victoria era claramente para Jamaica, pero había que asegurar el paso del bastón. Tyson Gay lo había dejado caer en semifinales y Estados Unidos no estaba, por tanto, en la final. Media hora antes del 4x100 masculino, la campeona olímpica de 200 metros, Verónica Campbell, había hecho lo mismo, en el mismo sitio, y había perdido la oportunidad de sumar su segunda medalla de oro, la sexta para Jamaica.

Para asegurar la entrega, Bolt se pegó la frenada de su vida y pasó el testigo a Powell sin problemas. Este arrancó como un flecha hacia la meta cuando sintió que tenía el bastón firmemente agarrado. Por detrás, su compañero de equipo le gritaba mientras le seguía, trotando. Su trote no era mucho más lento que el esprint de los otros relevistas, así que les acompañó hasta media recta.

Cuando Powell cruzó la meta y Bolt vio que el resultado pulverizaba el récord del mundo, corrió a reunirse con el resto de sus compañeros, que se echaron un bailecito sobre la pista para celebrarlo.

Con su gesta, Bolt agiganta aún más la grandiosidad de estos Juegos. Hay rey, pero por partida doble. Se creía que la hazaña de Phelps, con su mágico número de medallas, ocho, en la pileta del Cubo, iba a ser insuperable, pero los tres triunfos con sendos récords del jamaicano igualan la gesta del nadador estadounidense.

EXCESOS OLVIDADOS A Bolt le queda mucho recorrido y su explosión puede que solo haya comenzado. En la víspera de su culminación en estos Juegos, en una rueda de prensa multitudinaria, el todavía doble campeón olímpico reconocía que sus registros eran ya extraordinarios con 15 años, pero que luego se perdió un poco, "bailando y bebiendo", comentó con la frescura de los 22 años recién cumplidos. Luego se dio cuenta de que por ese camino no iba a ninguna parte, añadió.

Sus excesos juveniles tuvieron fiel reflejo anoche cuando declaró, eufórico tras su tercer oro y su tercer récord: "Vamos a decir al mundo que los jamaicanos vamos a seguir ganando, por siempre y para siempre".