Con la simpleza de recursos estratégicos llevados exitosamente a la práctica y sabiduría, Brasil arrojó en la noche del domingo agua sobre el fuego de Argentina, que se apagó temprano en la segunda final consecutiva de la Copa América perdida ante el mismo rival (3-0).

Presión sobre Riquelme convertida por momentos en el marcaje exclusivo por parte de Mineiro, juego abierto para evitar a Mascherano en el medio del campo, faltas tácticas para interrumpir el juego (siempre dentro de un marco leal) y reacciones rápidas en la búsqueda de espacios en la defensa albiceleste, fueron las claves.

En este aspecto Mineiro, Gilberto, Josué y Elano (hasta que éste se lesionó y fue sustituido por Alves), jugaron el partido perfecto, porque neutralizaron a Messi y Tévez y salieron verticalmente cuando la ocasión era propicia.

Hubo tres chispazos de Messi -uno de ellos permitió que Riquelme estrellara un zurdazo en el poste derecho de la meta de Doni-, que no alcanzaron para obtener réditos de la aparente ventaja que los argentinos tenían en el dominio del balón.

Los goles de Baptista a los 4 minutos y de Ayala en propia meta a los 40 convirtieron en noche para Argentina la calurosa tarde de Maracaibo. Sólo quedaba para los muchachos de Alfio Basile la esperanza de una hazaña en la renudación, que no se produjo.