Joaquim Rodríguez, llamado Purito entre sus compañeros de pelotón, obtuvo ayer en Mendrisio, Suiza, una medalla de bronce, maravillosa y superaplaudible para el corredor español, un premio de fábula a la constancia y al sacrificio, chapeau para él. Pero fue un metal que supo a poco, a muy poco, en un Mundial que España pudo ganar y que dejó escapar por falta de ambición. Casi para echarse a llorar. De rabia y hasta de indignación.

Purito fue el héroe de una selección que ayer vestía de rojo --y no por casualidad--. Purito debía ser el ayudante perfecto, el que debía poner las banderillas con maestría para que luego dos matadores, Alejandro Valverde y Samuel Sánchez, ejecutaran el trabajo. Ellos dos tenían que luchar por las medallas, y no Purito . Valverde, llamado el Bala entre sus compañeros de pelotón, no quiso esprintar por un quinto puesto. Respetable. Pero cuando uno se llama Alejandro Valverde y es el mejor de la clase, y con diferencia, no vale un aprobado. Hay que ir a por la matrícula de honor.

Samuel Sánchez, llamado Samu entre sus compañeros de pelotón, solo fue cuarto y llegó a la meta consciente de que podía haber sido campeón del mundo. Cuando uno se llama Samuel Sánchez y es el campeón olímpico hay que acabar reventado y no con la sensación de que no se ha dado todo lo que se lleva dentro, aunque sea por circunstancias tácticas de carrera.

En cambio, Cadel Evans sí llegó a la meta feliz y lloró al escuchar el himno australiano. El lucirá durante un año el jersey arcoíris porque fue el más pillo de todos, el que atacó --el único gran ataque que se le recuerda en su ya dilatada carrera deportiva-- en el momento decisivo, cuando Fabian Cancellara, demasiado descerebrado, trataba de aspirar aire, agotado por sus múltiples demarrajes. Cuando Oscar Freire ya se había descolgado tras trabajar a destajo por Valverde y cuando el ciclista murciano, el líder de España, sosegaba su ritmo porque su amigo Joaquim Rodríguez circulaba de policía español por delante, a la espera de que sus líderes enlazaran y se jugaran la suerte de una medalla de oro que siempre vieron en la lejanía.

CUESTION DE AMISTAD La amistad es algo maravilloso. Hay que ser fieles y respetar a los amigos, escucharlos y que te escuchen. Pero cuando se va en bicicleta, cuando uno se llama Valverde y se tiene un Mundial al alcance de la mano, tal vez conviene un poquito más de sangre fría y por qué no decirlo, de mala leche. "Esta medalla de bronce sabe a poco porque teníamos un equipo para aspirar a la victoria", así lo reconoció el seleccionador José Luis de Santos, que debutó en el Mundial como técnico, y que al menos consiguió mantener la unidad entre sus líderes, algo que se había perdido en los dos últimos campeonatos del mundo.

España parecía trabajar a la perfección. Nunca se puso nerviosa porque el Mundial de ciclismo se gana en la última vuelta. Cuestión de paciencia, la que le faltó a Fabian Cancellara, tal vez después de Alejandro Valverde y Samuel Sánchez, y con la excepción del campeón Cadel Evans, el más fuerte de la carrera. España movió sus piezas a la perfección. Si había una fuga, allí enviaban al policía, al más fiel, a Purito Rodríguez. Una casaca roja sobre una bici imponía respeto.

LA ULTIMA VUELTA Y así se llegó a la última vuelta. Solo quedaban los buenos en escena: Evans, Cancellara, Cunego, Freire, Vinokurov, Basso y, por supuesto, Samu Sánchez y Valverde. Se olía la medalla. En el ambiente se palpaba el ataque que nunca llegó de Valverde. En la última cuesta se produjo un ligero corte. Allí se envió al policía. Y el policía catalán fue el primero en sorprenderse. Sin proponérselo había entrado en la lucha por las medallas. Sin creérselo, Samu Sánchez y Valverde, cuestión de amistad, habían decidido respetar su posición ventajosa y darle el gusto de que pudiera pelear por las medallas. Evans se aprovechó de la hermandad española. Amigos para siempre. Y se cubrió de oro.

Purito obtuvo el bronce de la consolación. Valverde se mostró feliz, casi radiante por el éxito de su amigo. Pero un Mundial no es una etapa de la Vuelta a España, ni siquiera del Tour de Francia. Es algo por lo que vale la pena luchar, algo por lo que Purito no se habría enfadado --todo lo contrario-- de haberle visto aparecer por detrás.