No me gustaría recurrir al tópico y hacer leña del árbol caído, pero el desastre de este año en el Cacereño es la crónica de un descenso anunciado. Muchos vaticinaban que podría haber problemas para mantener la categoría, debido sobre todo a que muchos de los jugadores que rozaron la pasada temporada la liguilla de ascenso ya no estaban y sus sustitutos, en su mayoría, eran jóvenes futbolistas con aún mucho que demostrar en Segunda B.

La apuesta, es evidente, ha salido rematadamente mal. Y es una lástima, ya que el Cacereño ha hecho bien algunas cosas, como la modernización de sus estructuras. Pero eso no vale, claro, y el varapalo ha sido de órdago.

Al Cacereño no le ha descendido el entorno, pese al empeño del entrenador y director deportivo, Ismael Díaz, en culparnos a los periodistas y a la propia ciudad de que se haya enrarecido el ambiente en contra del equipo. Craso error, y craso error el de Félix Campo de mantenerle, en el único caso de los últimos años de apostar por alguien que estaba fracasando. Los resultados no mienten y en el fútbol lo dicen todo. Lo peor es que puede que las cuentas salgan mejor en Tercera.