Cacereño - 4: Vargas (min. 60, Manu), Palero, Cazorla (min. 68, Roberto), Tomás, Julio; Rocha, Dieguito, Lolo; Rubén Jurado, Rai (min. 61, Estévez) y Salva.

Tenerife B - 0: Toño, Achi, César (min. 46, Josmar), Bruno, Morneo, Julio de Dios, Oscar, Juan Ramón, Roque; Jesús (min. 46, Jonay) y Airán (min. 64, Rosquete).

Goles: 1-0-Min. 12: Salva. 2-0-Min. 31: Rubén Jurado. 3-0-Min. 41: Tomás. 4-0-Min. 57: Salva.

Arbitro: Perdigones Pacheco (3). Tarjetas a los locales Palero y Dieguito y a los visitantes Bruno y Oscar.

Incidencias: Más de 4.000 espectadores en el Príncipe Felipe en partido de la jornada 37 del grupo II de Segunda División B. Gran ambiente en las gradas. Terreno de juego en buenas condiciones.

El Cacereño cumplió a lo grande. Su éxito de ayer ante el Tenerife B (4-0) tiene enorme valor. Puede significar una permanencia, aunque todo se dilucidará el domingo en el estadio José Pache ante el Cerro. Pero, mientras tanto, los verdes se dieron un atracón de goles y de efectividad en una demostración de poderío ante un rival directo, al que de paso dejó en la estacada.

El grupo de Angel Marcos tiró del más sencillo manual de cómo afrontar encuentros dramáticos. Con fe, con confianza, con agallas.... y con acierto, desautorizó al filial tinerfeño, al que asestó una paliza mortal de necesidad. Un tanto inicial de Salva y otros tres calcados --tras saque de córner de David Rocha-- insuflaron una inyección de moral y de puntos de órdago. La permanencia está, ahora, más al alcance de la mano, aunque habrá que sufrir el domingo a partir de las 18.00 horas en el estadio de la barriada pacense. Pocos querían este desenlace, pero ahí estará.

Fue el Cacereño un equipo irreductible, que de haber mostrado la misma convicción durante la liga no hubiera tenido los problemas actuales. Llegan los verdes con las pilas muy cargadas, tanto como que ayer redujeron a la mínima expresión al timorato filial.

Tras un aviso del Tenerife (min. 6, Oscar) la máquina empezó a funcionar. Dieguito estuvo a punto de hacer el 1-0 a renglón seguido. Salva se reivindicaría, al fin, con el 1-0 poco después rematando con la izquierda una asistencia del propio Dieguito. Era el primer gol de uno de los tres delanteros llegados en invierno. Discretísimo balance, pero bienvenido sea si es a tiempo, pensaban en la grada.

Con el público enchufado también, el Cacereño dominó a placer ante un Tenerife debilitado por el mazazo del gol. Un espectacular jugadón de Rocha fue marrado en última instancia por Dieguito (min. 25).

Daba igual. Con Juan Carlos Paniagua en el banquillo recibiendo las consignas del sancionado Marcos, el Cacereño era autosuficiente. En el minuto 31, iba a inciarse la serie de saques de esquina resolutivos. El glamour de la derecha del gran David Rocha la puso a la cabeza de Rubén Jurado. El delantero sevillano, enorme en su trabajo estajanovista dentro de la revolución de los tres puntas que puso en liza el técnico en el césped, remató de cabeza el 2-0. El delirio.

Salva, muy activo e incisivo, tuvo en sus pies el 3-0, pero se encontró con la mano de Toño. Fue el preludio del 3-0, obra del central Tomás, que cabeceó de manera impecable un córner milimétrico de Rocha. Repetición de la jugada. Repetición de la euforia. Repetición de la esperanza.

TRANQUILIDAD Con todo aparentemente solucionado y liquidado y pendientes del resto de resultados de la mañana, el segundo tiempo fue un ejercicio muy sencillo. Vargas, que había estado enfermo durante la noche, fue suplido por Manu Polo en la portería. Roberto y Estévez participaron también con éxito en la tranquilidad de la continuación del duelo. Ningún problema para un equipo en el que la concentración fue siempre máxima.

Antes, Salva había redondeado su mañana de gloria con otro remate de cabeza al fondo de la portería tras córner botado por el de siempre, de ese ´7´ que marca la diferencia (4-0).

El encuentro, con el Tenerife rendido a la evidencia y al Cacereño, caminó plácido, sin apenas sobresaltos, hasta el final. El grupo de Marcos se había dado un festín en el mejor momento, en el momento definitivo de un año que se había torcido. Ahora resta rematar la faena. Pero el equipo está en la mejor condición.