El Cacereño juega el próximo domingo en Valladolid inmerso en una crisis más importante de lo que pudiera parecer: tiene a varios futbolistas lesionados y sancionados, al menos un jugador que se quiere ir y, además, no ha conseguido fichar en las últimas horas. Mucho lastre para los angustiosos tiempos que corren: seis encuentros sin ganar y el mercado de invierno a punto de cerrarse con muchas dudas en el horizonte.

En un club en el que existen hasta serios problemas para poder entrenar, los nervios ya afloran en sus aficionados, pocos, pero fieles, que perciben que el final de temporada se presenta áspero y con un claro diagnóstico: pelear en los próximos meses con la incertidumbre de la permanencia o no en la categoría, cuando hace apenas un mes se soñaba con otras miras, incluso con puestos para disputar la próxima campaña Copa del Rey.

Rubén Palero, lesionado, no podrá jugar en Pucela; será difícil que lo haga Carlos Valverde, también con serios problemas físicos; al menos, David Cuerva ya está mejor de su alergia, que no auguraba nada bueno; Zubi está sancionado tras su expulsión ante el Somozas... la lista de problemas es larga.

El panorama se torna especialmente controvertido si se echa un ligero vistazo al caso Toni. El lateral sevillano, uno de los mejores del equipo, ha llegado a un acuerdo con el Guadalajara para fichar por el equipo alcarreño, aunque en el Cacereño apuran para que esto no se produzca finalmente. Posiblemente en las próximas horas se sepa el desenlace, pero el caldo de cultivo que se ha creado no es, desde luego, el más propicio.

¿Y qué pasa con los fichajes? De momento, el club --este silencioso club, al menos en lo público-- nada dice. El director deportivo, Javier Sanz, no puede hablar en público por expreso deseo del presidente; el director general, Herminio Menéndez, algo parecido; y el entrenador, Angel Marcos, solamente dialoga con los periodistas sobre los hombres que tiene a su disposición y el próximo partido.

Mientras ello ocurre, José María Rebollo, el nuevo hombre fuerte del club, también trabaja en la sombra para solventar los problemas planteados. Con todo ello, en el Cacereño los más optimistas apelan a lo ocurrido en los últimos años y un 'mantra' se repite cíclicamente desde dentro: "somos el mejor equipo extremeño de los últimos años". En ello tienen razón: siete años consecutivos en Segunda B, visto lo visto, es todo un 'milagro'.