Durante estos días asistimos, como un hecho consuetudinario más, a las continuas reflexiones de los responsables de los clubs más importantes de la comunidad ante el incierto futuro que se les plantea para la próxima temporada. A los ya clásicos problemas de supervivencia de cada año, se añade ahora la duda permanente sobre quién gobernará la Junta, principal sustento económico de todos ellos, sin excepción.

Dada la indefinición galopante que dibuja el escenario político, se atisban incógnitas morrocotudas. ¿Tendré ayuda? Si gobiernan éste o aquel, ¿seguirá subvencionando a mi club? ¿en qué medida?, se cuestionan a sí mismos. Complicadas respuestas acompañan a todas estas interrogantes. Todos ellos lo tienen diáfano: al menos existirán cuantiosos recortes si es que no se instalará el desierto. Y los plazos se acortan. Y hay que poner avales. Y hay que arriesgar.

Apartando ligeramente a un lado el siempre apasionante debate sobre si el deporte profesional debe ser alimentado desde las más diversas administraciones públicas, en los últimos días ha destacado un caso singular en el que es considerado como el estandarte del deporte de élite en Extremadura.

El Cáceres de baloncesto, en la denominación que sea --hoy por hoy factor secundario-- se granjeó el aval personal y político hace cuatro años, cuando Guillermo Fernández Vara se comprometió. Ahora, esté o no esté Vara en el gobierno, las dudas se ciernen amenazantes. O más bien los nubarrones acechan. Los plazos se acortan y a principios de julio habrá que aportar una cantidad considerable para empezar a andar. En teoría, debería ser en LEB Oro. Pero no está nada de claro: no hay tiempo y ahora hacen falta compromisos concretos e interlocutores válidos para saber con qué se puede contar y si merece la pena la aventura.

El empeño personal de unos pocos directivos choca indefectible e inexorablemente con la realidad, a día de hoy. No puede haber promesas y por ende las realidades brillan por su ausencia. Detrás hay una masa social expectante y que asiste con recelo a lo que puede ser una nueva defunción deportiva de primera magnitud en los tiempos que corren, con pocos referentes.

¿Hay que hacer un proyecto más modesto? Es palmario que sí, en el caso de que los valientes se echen al coso. ¿No hay garantías y hay que retroceder una categoría? Para mí que estar en la LEB Plata equivaldría a un proverbial disparate. Hace cuatro años se venía de varias temporadas sin basket y, en esta ocasión, todo está muy reciente y se llega desde el segundo escalón. Retroceder al tercero sería un paso atrás cargado de negligencia.

En Cáceres, dar un paso atrás puede degenerar en una ilusión deportiva menor. Y como éste, otros casos. El deporte regional está en una encrucijada: se avecina un mes clave, y hay que tomar decisiones de riesgo para, al menos, alimentar el ansia de supervivencia. Pero no a cualquier precio.