La tentación es pensar que una nueva temporada empieza esta noche en el Multiusos con el Cáceres Patrimonio de la Humanidad-Barcelona B (21.00 horas). Por primera vez en cinco años y medio no estará Ñete Bohigas en el banquillo local, sino el que durante la mayor parte de este tiempo ha sido su ayudante, Roberto Blanco, el hombre en el que los extremeños han confiado la salvación en la LEB Oro a la vista de una floja primera vuelta que concluyó hace una semana. El pírrico triunfo ante el Canoe no sirvió para evitar que la cabeza de Bohigas fuese servida en una pica.

A Blanco le queda media temporada para sacar adelante una situación que es difícil, pero no desesperada. Al fin y al cabo, su equipo se encuentra empatado con otros que se hallan en zona segura. De momento, tendrá que hacerlo con los mismos jugadores que su antecesor y antiguo jefe, pero se barruntan movimientos en la plantilla.

Podrá contar el técnico placentino con Andy Mazurczak tras dos partidos de baja por lesión y también con Dani Martínez, que ha estado parte de la semana en su Tarragona natal por el fallecimiento de un familiar directo.

Contó ayer Blanco que había sido «una semana especial, de muchas emociones y mucho trabajo.Hemos intentado cambiar ciertas dinámicas, poner el sello que tiene uno como entrenador».

Se esforzó especialmente por sonreír y también por llevarse públicamente al vestuario a su terreno. «El trabajo de la pista ha sido sensacional en cuanto a actitud. A los jugadores no se les puede reprochar nada en cuanto al esfuerzo que se les ha reclamado», destacó. Eso sí, le gustaría contar con un poco más de tiempo: ahora el calendario se vuelve a apretar, con dos partidos la semana que viene ante Oviedo y Tau Castelló. Aunque profundo estudioso de los rivales --una de sus principales funciones hasta ahora a nivel interno--, ha preferido que la actividad diaria se centre en desarrollar nuevos automatismos propios.

Por lo que se ha apuntado esta semana, el Cáceres pasará de ser un equipo que apura las posesiones en estático a correr frenéticamente, buscando el contraataque a base de una defensa agresiva. Lo curioso es que es la misma hoja de ruta que ha desarrollado el Barcelona B. «Será un partido de ritmo muy alto, caótico en algún momento, pero espero que los jugadores hayan entendido lo que se espera de ellos», declaró ayer el nuevo técnico. No le importó romper amarras respecto a Bohigas, al menos en lo baloncestístico. «Hay un cambio de chip, de filosofía. Si yo viniese a hacer lo mismo que se ha hecho en los últimos años, no sería la persona adecuada. Cada entrenador tiene su forma de ver el juego y en cuatro días he intentado plasmar la mía. Si jugásemos a 24 segundos, no sería yo. Estamos preparados para hacer lo que quiero y he intentando convencerles de ello», argumentó.

TRABAJO Y PRESIÓN / No negó que existe presión en el ambiente. Se trata de un partido ante otro de los implicados en la zona baja y eso lo hace especialmente valioso en caso de victoria... y dañino si sucede todo lo contrario. «Hay muchísima presión de todo tipo, pero no la eludimos. Hay que saber convivir con ella. Es una final, un reto, un nuevo comienzo», comentó. Para combatir esa asumida tensión, ofreció una receta principal: el trabajo. «Así llega uno más fortalecido», soltó.

El filial azulgrana es decimocuarto, tres puestos por encima, pero con las mismas victorias que el Cáceres. Como a buen grupo cuajado de jóvenes con talento, lo que le está caracterizando es la irregularidad, alternando grandes resultados con decepciones. Chicos como Aleix Font, que ha dado alguna que otra exhibición anotadora, ya se han asomado al primer equipo. «No nos asusta nadie. Miedo no hay a nada. Hay respeto. Son jugadores que van a estar en la ACB dentro de poco. Qué mayor reto hay que ese», indicó Blanco, que se refirió a su colega Diego Ocampo como «uno de los mejores entrenadores de España». «Siento ilusión al enfrentarme a él, pero no es individuo contra individuo, es equipo contra equipo», añadió.

Sostiene el escritor David Peace que, por mucha aura que quieran imponerse a ellos mismos, en el deporte el entrenador es poco menos que el último mono: depende al mismo tiempo de los directivos y de los jugadores para que su trabajo pueda lucir. Roberto Blanco quizás esté de acuerdo, pero quiere dejar su huella.