Lo que otras jornadas se hubiese contado con un rictus serio, en esta ha sido como glosar una anécdota amable: una semana dificultosa con muchas bajas en los entrenamientos y un viaje largo y complicado. Pero al Cáceres Patrimonio de la Humanidad le ha cambiado definitivamente la cara y esta noche visitará al Melilla (21.00 horas) sabiéndose salvado --no matemáticamente, pero casi-- y sin mucho más que hacer en esta LEB Oro 2017-18 aparte de disfrutar y competir en la medida de lo posible.

Los dos últimos triunfos ante Força Lleida y Araberri han dejado a los verdinegros sin objetivos tangibles. Bendita tierra de nadie para un equipo que hace apenas 12 días estaba haciendo cuentas para salvarse de la quema después de siete derrotas consecutivas y un preocupante overbooking en la enfermería.

Solamente una improbabilísima concatenación de resultados daría con el Cáceres en las dos últimas posiciones o, por el contrario, lo situaría en la pugna por entrar en los playoffs. Tendrá que ser otro año porque ahora lo que todos desean es terminar lo mejor posible, si acaso con la meta de superar el undécimo puesto y las 14 victorias de la pasada temporada. Ahora se contabilizan trece y faltan tres jornadas, ya que después esperan Tau Castelló (casa) y Palencia (fuera).

Ñete Bohigas intenta buscarle alicientes a la situación, que no deja de ser plácida por ello. «Me gusta medirme a los grandes. El Melilla lleva unos años peleando por el ascenso y en uno de ellos lo consiguió. Vamos a ver hasta dónde llegamos porque es un rival que está luchando por la quinta plaza y que juega duro y muy bien en estático», comentó el entrenador ayer. También habló de que «nos debemos al club y a nosotros mismos. Otra cosa es que podamos o no podamos, pero tenemos que ser honrados como mínimo».

A la ciudad autónoma esperan llegar esta misma mañana después de un desplazamiento que se iniciará a medianoche, primero en autobús a Madrid y después por vía aérea.

PROBLEMAS / Apenas habrá unas horas de descanso antes del choque, pero ya no es ningún drama, al igual que el hecho de que Pol Olivier, Guille Corrales, Sergio Pérez y Niko Rakocevic se hayan perdido entrenamientos durante los últimos días por diversos motivos físicos y no vayan a llegar en el mejor momento. Especialmente preocupante es la situación del base catalán, con insistentes problemas estomacales y que incluso es duda para viajar.

«Imagino que a estas alturas todos los equipos estamos igual», se consoló Bohigas, acostumbrado a dar un parte médico cada vez que se le preguntaba por el siguiente partido. Todo ha pasado ya y es el momento para felicitarse. «Me siento súper orgulloso de que en los momentos más importantes hayamos dado un paso adelante. Es difícil conseguirlo con esta presión», añadió.

Resulta inevitable preguntarle por su futuro al frente del banquillo verdinegro cuando el ambiente ha variado tan drásticamente a mejor. Él parece acostumbrado a ello. También a soltar evasivas: «Mi cabeza no está en ello. Cuando termine el último partido en Palencia, veremos», respondió. Sí reconoció que ha sido una de las temporadas en las que más ha sufrido porque «es muy duro ver cómo tus jugadores van cayendo día a día» en lesiones. Y apeló a su experiencia como antídoto: «He aprendido a relativizar estas cosas. Con 32 o 33 años, que ya era entrenador, esta temporada me hubiese quemado. Ahora no».