Hay mal rollo en el Cáceres en el peor momento, aunque perder en la pista del Manresa entra dentro de lo normal, y más teniendo en cuenta la mala temporada que están protagonizando los jugadores verdinegros.

La supervivencia se pone especialmente difícil y los dos frentes --el deportivo y el económico-- están abiertos. Y esta semana se avecinan los momentos claves. Primero llega la junta de accionistas de mañana, en la que se votará si el club amplía su capital social o emprende el inexorable camino de la disolución. El pronóstico, a priori, es incierto. Hoy por hoy todo puede pasar, mientras los aficionados más fieles hacen todo lo que pueden y la plataforma anti-defunción pide reunir el máximo de acciones posibles para, a la desesperada, agarrarse a la última esperanza que quede.

La lastimosa agonía del Cáceres se ve aderezada, escribía al principio, por el mal rollo que parece atisbarse en el vestuario, con división interna entre los baloncestistas. Los acontecimientos han terminado por pasar factura al equipo, lo cual invita a pensar mal. Quien escuchara al siempre prudente Mario Madejón, ayudante de Hussein, ayer en la Cope al terminar el partido, se dio perfecta cuenta de que el ambiente se ha viciado. El jueves, ante el Girona y el domingo, ante el Caja San Fernando, se sabrá el alcance real de la crisis. Y antes, asamblea. Tremenda semana.