CACEREÑO: Real, Sarratea, Chinto, Bolós, Marcos, Bota, Carpi (min. 66, Serrano), Alonso, Toboso, Queco, Correa (min. 46, Sutil).

BADAJOZ: Pedro, Parra, Juan Pedro, Valverde, Rodri, Viky, Vidal (min. 89, Julio), Alegre, César, Macarro (min. 46, Chino), Blázquez.

GOLES: 1-0: min. 7, Toboso. 1-1: min. 29, Viky. 1-2: min. 54, Vidal. 2-2: min. 55, Sutil. 2-3: min. 72, Viky.

ARBITRO: García Delgado (Cádiz). Amonestó a los locales Marcos y Toboso y al visitante Viky.

INCIDENCIAS: Novena jornada de Segunda División B, grupo III, temporada 87-88. Partido jugado el 25 de octubre de 1987.

Tirar de hemeroteca antes de un Cacereño-Badajoz siempre es un ejercicio pleno de nostalgia y, aunque tantos capítulos gloriosos de la historia del fútbol extremeño no se hayan vivido directamente, resulta inevitable contagiarse del aroma seductor de los viejos tiempos, en los que el fútbol no era exactamente lo que es hoy. El superclásico del balompié regional regresa el próximo domingo al Príncipe Felipe después de 17 años sin pisar Cáceres: ha pasado demasiado tiempo como para no conmoverse ante la reedición de la eterna rivalidad entre los dos clubs capitalinos.

Según los datos recopilados por el periodista deportivo Paco Mangut, en los 25 partidos ligueros que han emparejado a ambos conjuntos en Cáceres se han registrado un total de 13 victorias locales, 6 visitantes y 6 empates.

El episodio más conocido de los Cacereño-Badajoz se remonta al 1 de marzo de 1964, con el partido que sería recordado como el de los siete magníficos . El choque tuvo que interrumpirse por la expulsión de cuatro jugadores locales y, cuando se reanudó, la resistencia heroica de siete futbolistas provocó que el resultado acabase en empate a tres tantos. Una generación de cacereños revive esa tarde como si fuese la de hoy.

El último precedente

Un salto en el tiempo transporta a 1987. Pocos imaginaban que aquella tarde del 25 de octubre iba a ser la última que viese un partido liguero en Cáceres entre verdes y albinegros en casi tres lustros. Ganó el Badajoz por 2-3 en una situación que recuerda en algo a la actual. La categoría que acogía a ambos conjuntos era la Segunda B --el grupo III, con rivales madrileños y andaluces-- y los locales estaban muy abajo en la clasificación ya: acababan de cambiar de entrenador a la octava jornada y terminarían descendiendo. Por su parte, los visitantes soñaban con un ascenso que finalmente se le escaparía de las manos.

"El Cacereño no aguantó los 90 minutos" fue el titular el día siguiente del Diario Extremadura, que dedicó tres páginas al derbi. "El Badajoz venció con justicia por mejor juego, fuerza física, imaginación y acoplamiento", explicaba en su crónica Andrés Sierra, periodista ya fallecido.

El ambiente fue muy bueno, con la presencia de las peñas pacenses Frente Blanquinegro y Canuto en la grada de preferencia. La taquilla fue de 2,2 millones de pesetas.

Viky fue la estrella del choque, consiguiendo dos de los tres tantos del Badajoz, al que entrenaba Rogelio Palomo y que contenía a muchos jugadores de la cantera. Alguno de ellos acabó jugando en el Cacereño, como Manolo Parra, e incluso sentándose en el banquillo pacense, como Rodri.

Recuerdos

Aquel Cacereño era un equipo con hombres de talento y un goleador nato como Toboso --autor del 1-0--, pero falto del espíritu necesario y que acabó regresando a Tercera División. El día del superclásico , Antonio Oviedo acababa de llegar y a su lado en el banquillo se sentó Juan Ojalvo, hoy vicepresidente deportivo del Cacereño. Los locales tenían a muchos más jugadores de fuera que su oponente, pero curiosamente algunos de ellos acabaron radicándose en la ciudad, como el lateral derecho Juan Sarretea --hoy enfermero deportivo del Cáceres Destino Turístico-- o el central Angel Marcos, que ha entrenado a diversos equipos de la región, principalmente al propio Cacereño en tres etapas.

El palco estuvo repleto aquella tarde. El Cacereño lo presidía Manuel Cebriá y el Badajoz, Antonio Guevara. Como se ve, los nombres cambian pero la esencia de este tipo de partidos sigue conservándose en cierto modo, a la espera de que unos y otros lo resuciten sobre el césped.