David Cal hizo honor ayer a su fama de hombre tranquilo. Apenas se inmutó en el momento de cruzar la línea de meta y asegurarse una plata en la prueba de C-1 500 metros, su segunda medalla olímpica en piragüismo que, junto al oro logrado 24 horas antes, convierten su actuación en Atenas en la mejor de un deportista español en toda la historia del olimpismo.

Tampoco pareció sacarle de su habitual parsimonia el abrazo emocionado de su entrenador, Suso Morlán, que llegó corriendo a la zona de meta para cogerle la cara entre sus manazas y soltarle: "Eres un 3crack, tío". "Vale", fue la respuesta.

Lo que realmente descolocó ayer a David Cal, de 21 años, hijos de panaderos, hasta dejarle ojos como platos y una cara de susto que le costará sacarse de encima, fue la imagen de la reina Sofía aplaudiéndole emocionada, y avanzando hacia él por la tribuna, hasta soltarle un par de besos ante los que no supo cómo reaccionar, ante la mirada regocijada del presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. "Me he quedado un poco en blanco", admitió.

Por segundo día, David Cal apareció descolocado por los acontecimientos, sorprendido por el impacto mediático de su gesta. Quizá por eso cometió un error impropio en él, acostumbrado a cuidar todos los detalles de la carrera. Su intención era poner el despertador a las seis de la mañana --la prueba era a las nueve menos cuarto- y, sin darse cuenta, dejó la alarma en las seis de la tarde. Cuando su técnico fue a buscarle, lo encontró durmiendo. "Venga arriba, que hay que ir a por otra medalla. Y vuelve prontito", le soltó.

Cal le hizo caso. En el agua volvió a mostrar toda su enorme calidad, aunque ayer no se daban las mejores circunstancias para que despuntara en la prueba. Es zurdo. Y, en el centro de remo de Schinias, soplaba un viento lateral que le perjudicaba.

SIEMPRE GRANDE Aún así estuvo espléndido. Recuperó el prototipo de piragua que le han diseñado en Portugal especialmente para él, con tecnología punta, y sólo cedió el oro después de sostener un espectacular duelo con el alemán Dittmer.

Dittmer, el doble campeón olímpico en Atlanta y Sydney, tenía ganas de revancha, tras ceder en la prueba larga ante el palista gallego. Entre los dos organizaron su propia carrera, aunque el ruso Maxim Opalev salió como una centella y a mitad de recorrido parecía lanzado.

Opalev, sin embargo, se vino abajo en el tramo final y Cal y Dittmer acabaron adelantándole en las últimas paladas. "He dado lo mejor que tenía. Ya no podía ir a más", aseguró Cal, ligeramente "decepcionado".