Los corredores se deshacen de los cascos y se los entregan a los auxiliares casi con gesto de rabia. José Luis Arrieta, antiguo gregario de Miguel Induráin, va tocando los botones de su ciclocomputador hasta que encuentra la información de la temperatura. "Impresionante, 42 grados"dice. Oscar Pereiro lanza el contenido de su bidón, agua que sería apropiada para un buen caldo, hacia los compañeros, que acaban de llegar. Ellos son los que no han querido tomar riesgos, los que viajan más tranquilos en la cola del pelotón. Son los que preguntan quién ha ganado, porque no han visto nada. Ellos no saben que Mark Cavendish, el joven esprínter británico, ha certificado con su victoria en la segunda etapa del Tour que es el mejor velocista del mundo.

De hecho, apenas ha tenido oposición porque Koldo Fernández, debutante con el Euskaltel, ha montado el lío con su caída en el último kilómetro. Es la primera vez que el conjunto vasco viaja al Tour con un velocista.

CAIDA OBLIGADA Pero para doctorarse como esprínter en el Tour hay que caerse. Aquí las ruedas van más apretadas que en cualquier otra carrera, casi rozándose, a 60 km/h. El mínimo error no tiene perdón. Y al suelo se ha ido Koldo Fernández. "Hice el afilador con un rival y tuve que tirar recto en la última curva", comenta. Y lo hace mientras señala las heridas en combate: lleva roto el maillot y medio culo al aire, lleno de sangre. "Me duele la costilla, pero creo que no es nada". Koldo ha arrastrado al asfalto a varios participantes. El bielorruso Yauheni Hutarovich atraviesa la meta con la vestimenta destrozada y el italiano Danilo Napolitano, andando, pues se le han torcido las ruedas.

"Nosotros no hemos pasado problema alguno. Contador ha ido tranquilo todo el día. Y yo, también". Haimar Zubeldia ha cedido este año los galones del Euskaltel para convertirse en protector del pinteño en el Tour, sobre todo cuando llegue la montaña. Contador ha superado la jornada como si de un trámite se tratara, al igual que Lance Armstrong, a quien no se le ha visto bajando al coche a por botellines, en una jornada en la que se han consumido decenas de litros de agua. El único sobresalto entre las grandes figuras se lo ha llevado Frank Schleck con una caída sin consecuencias antes de que se superara el kilómetro 100 de carrera.

EL CASCO DE SASTRE Carlos Sastre tampoco ha sufrido contratiempo alguno. Peor le fue el sábado en la contrarreloj inaugural. La causa de su tiempo discreto tuvo que ver con el casco, pero sobre todo con la absurda decisión del Tour, que no le permitió partir vestido de amarillo. Sastre lo tenía todo a punto, cuando la dirección de la prueba, casi en el tiempo límite, le comunicó que no le autorizaba a partir con el color del líder, con el amarillo que ayer lució Fabian Cancellara y que hoy volverá a llevar camino de Montpellier. Fue entonces cuando, entre nervios, alguien le entregó un casco que no era el suyo, que le iba grande y le tapaba la visión . "Ha sido una lástima --explica por teléfono Pepe del Ramo, dueño de la casa Catlike, que administra los cascos al Cervélo-- porque tenía, otros cuatro preparados para la contrarreloj".