Cinco días días han pasado desde que el Barça fuera apartado del camino de Moscú por el Manchester y Joan Laporta, el presidente azulgrana, no ha abierto la boca. Calla y espera. Calla después de consumarse, por segundo año consecutivo y ya definitivo, el proyecto deportivo y espera, con preocupación, la reacción que tenga el Camp Nou hoy, coincidiendo con la visita del Valencia (21.00 horas). Calla porque vive los peores días de su mandato, con un abril negro en el que ha vivido todo tipo de incidentes (hasta le han robado el ordenador de su despacho), y espera para dar alguna pista sobre los planes de la refundación. Ahora no puede hablar porque el equipo se juega aún la segunda plaza, la que da acceso directo a la Liga de Campeones, y está a cuatro puntos por detrás del Villarreal, que a las 17.00 tiene un partido teóricamente fácil ante el Getafe.

DIFERENCIAS EN EL PALCO Después de que Old Trafford dictara el final de un ciclo, Laporta ha decidido guardar silencio, mientras el Camp Nou le someterá hoy al penúltimo examen en una semana que resulta una tortura para el Barça. No solo se ha quedado desnudo, sin títulos, sin estrellas decisivas (cuatro partidos sin marcar un gol), sin esperanza, sino que el Madrid también puede festejar su segunda Liga consecutiva. Y el equipo de Rijkaard, con Laporta en el palco del Bernabéu, tendría que protagonizar el pasillo al campeón, la fotografía que retrataría la decadencia del Barça de los cuatro fantásticos y la rendición ante el madridismo.

A diferencia del pasado verano, cuando Laporta presentó su plan para reactivar al equipo un día después de acabar la temporada, ahora le esperan tres semanas durísimas. No solo por las grietas abiertas en el club tras el fracaso, sino porque no puede combatirlas con las medidas que tiene preparadas desde hace tiempo. Y eso contribuye a crear más dudas, a pesar de que tanto el presidente como Txiki Begiristain, el secretario técnico, ya han elegido a Pep Guardiola, el técnico del filial, para pilotar la reconstrucción.

"ALTO RIESGO" Pero no toda la directiva comparte esa opinión, aunque tampoco se ha oído la voz de Marc Ingla, el vicepresidente deportivo, ni la de Ferran Soriano, el vicepresidente económico que cerró el pasado año el fichaje de Henry. Era el fantástico que venía a reanimar al equipo y, finalmente, con su mal rendimiento ha sido también el que ha precipitado el final del proyecto. Nadie de la directiva abre la boca. Ni siquiera Laporta, preocupados como están todos por la reacción que tenga mañana el público. El partido ante el Valencia ya ha sido considerado de alto riesgo por la comisión nacional de Antiviolencia. El club, teniendo en cuenta los últimos precedentes, con la reciente pañolada al palco, extrema las medidas de seguridad para evitar incidentes.

Además, la sustancial diferencia radica en que Laporta tendrá que regenerar el proyecto desde la derrota, algo que no había sucedido nunca después de tres años continuados de éxitos. Con otro factor muy importante ya que tiene una fecha de caducidad muy temprana porque el mandato de Laporta expira en el 2010. O sea, no es, ni mucho menos, un plan a largo plazo. Es a cortísimo plazo porque, además, no habrá paciencia, sobre todo, con el presidente. Laporta deberá gestionar una situación compleja al empezar de cero ante la mirada de la oposición.

APOYO A RIJKAARD Mientras la junta ha decidido dar un paso atrás y esperar, Rijkaard, en cambio, tiene que salir para hacerse oír. Ya en Manchester, minutos después de perder el billete para la final de la Champions, el holandés dijo que su futuro no dependía de él. Ayer multiplicó las dudas sobre su futuro al asegurar que solo quiere "funcionar lo mejor posible" mientras sea el entrenador del equipo azulgrana, "y después ya veremos".

Aseguró que los rumores sobre futuros entrenadores no le distraen y que sólo quiere "trabajar para cumplir el objetivo" de la temporada, el segundo puesto, al menos "hasta que esté aquí". Además, subrayó que continúa dando opiniones en el club sobre el presente y el futuro de la plantilla y que sigue considerando "un honor" trabajar para el Barça. "Es complicado que todo el mundo esté contento, aquí hay dos partes", explicó en referencia a su relación con el club, "tenemos tiempo y lo hablaremos con toda la honestidad, pero ahora no es el momento. Aún luchamos para buscar todo el orgullo y coraje necesario para acabar de la mejor forma la temporada".