Es curioso. Apenas unas horas después de que Sandro Rosell diera por hecho que hay una campaña externa contra Messi y contra el Barça, la voz de Leo dejó entrever que, además de los de fuera, algunos de los de dentro andan buscándole las cosquillas. Parece que tiene la sensación de que la directiva también es responsable de una campaña en su contra, que no pasa por ir a los juzgados, ni removerle los papeles y los cheques de su fundación, pero que detecta con gestos, con palabras, con sensaciones. Un desencuentro que entra en un terreno muy delicado porque hay en juego muchos sentimientos. Los de Messi y los de ese intangible que es la masa social. Y ahí Messi es intocable.

La intervención del futbolista, consciente, preparada, y de una contundencia inquietante, no es solo una respuesta a las palabras de Faus. Es la verbalización de un malestar que lleva tiempo planeando sobre él y su entorno. El runrún de la existencia de un plan para traspasarle ha ido engordando por más que pueda cuestionarse si existe fundamento, sobre todo, ante el discurso oficial que ha lanzado reiteradamente el club.

Rosell se ha esforzado en garantizar el futuro de la estrella, en proclamar su deseo de que siga aquí para siempre, de que merece ganar más que nadie, y sin embargo esas palabras ni han difuminado esa incertidumbre sobre su futuro ni, peor aún, parecen haber calado en el jugador y su familia. No creen todo lo que escuchan ni todo lo que leen y, desde luego, no se siente arropados en absoluto. Así que el asunto es grave. El problema no es simplemente una mala interpretación o una pataleta. Ante lo que podría llegar a interpretarse como un desliz de Faus la reacción no habría sido tan tremenda. Hay algo más. Hay gestos, actitudes, sensaciones-

No parar el golpe

Es curioso. Un error de cálculo se ha convertido en un disparo al pie. La aparición de Faus en en prensa horas después de que Toni Freixa no pudiera, no supiera o no le dejaran dar más explicaciones del debate de la junta sobre el Camp Nou, ha abierto la crisis semanal que tanto lamenta Martino. Pero esta es la crisis del año y quién sabe hasta dónde llegará. El guión del vicepresidente era hablar del estadio pero también apareció Messi, y ahí se le fue la mano.

Desde entonces ha habido tiempo para reparar el patinazo y más cuando una delegación del club ha viajado a Buenos Aires, no solo para supervisar su recuperación sino también como gesto de apoyo y de interés por parte del club. Sorprende que con esa información de primera mano, y la presencia de uno de los hombres de confianza de Leo en el vestuario, Pepe Costa (el responsable de la oficina de atención al jugador), con quien pasa incluso las vacaciones de verano, el club no fuera capaz de parar el golpe si sabía del enojo del jugador.

Faus habló de él con cierto desdén, como si hablara de un cualquiera, refiriéndose a él como un señor, con un aire de despreocupación y un distanciamiento que no se corresponden a la figura de Messi. Un tono muy en la línea de los comentarios que dentro de la junta han hecho también a menudo de Guardiola o de Cruyff, ajenos a los que han sido y lo que son para el club, guiados más por las cuestiones personales y los rencores alimentados durante años. Así que lo que aparentemente era una intervención muy calculada, ha acabado convirtiéndose en una de las más desafortunadas e inflamables en mucho tiempo. Afecta al material más sensible.

Es curioso. Dos de las figuras más determinante de la historia del Barça, Cruyff y Guardiola, están hoy muy lejos del club. En ambos casos, es sabido que no hay feeling con la directiva, en un distanciamiento y una desconfianza que es mutuo. Ahora, en una situación muy diferente y de momento menos grave, se les ha unido Messi. No es fácil echar por tierra a esta especie de Santísima Trinidad del Barça. En cualquier otro club, sería motivo de excomunión .