Nadie sabe si es una copia, si alguien pensó en ello en el momento de crear esa impresionante infraestructura, pero lo cierto, y ayer quedó demostrado a lo grande en Yas Marina, el precioso y lujoso circuito de Abu Dabi, es que si alguien posee una escuela de pilotaje, La Masia del mundo de la F-1, un auténtico jardín de canteranos, ese es el equipo Red Bull, propiedad del multimillonario austriaco Dieter Mateschitz. El rico patrón de Red Bull invierte buena parte de sus beneficios en regar el asfalto de la F-1 y, muy especialmente, mantener viva su escuela de chavales, dirigida, construida, creada y alimentada por la sabia del doctor Helomut Marko, el descubridor de Sebastian Vettel, el padrino de Jaime Alguersuari y el hombre que ha acogido en su seno, en su especial guardería, al hijo del bicampeón español de rallis, Carlos Sainz.

Porque Red Bull no es solo un equipo, aliado con Renault, proveedor de sus motores (posiblemente por eso el ruso Vitaly Petrov, piloto de la marca francesa, peleó ayer con toda su alma para no dejar pasar a Fernando Alonso), con fábrica en Milton Keynes, la meca de las escuderías en Inglaterra o con un poder económico casi infinito. También es un estilo de vida y, mejor aún, un estilo de competir creando escuela.

CURIOSOS CHASIS Vettel, que ayer se convirtió en el campeón más joven de la historia de la Fórmula-1, con 23 años y 134 días, arrebatándole el récord al mismísimo Lewis Hamilton (23 años y 301 días, en el 2008), es el primer producto completo de La Masia Red Bull. Un soplo de aire fresco en un circo que estaba aburrido, un muchacho capaz de poner sugerentes nombres de chicas a sus chasis. Uno se llama Julie; otro Luscious Liz (Seductora Liz ), Randy Mandy y hasta Kate Dirty´s Sister, algo así como La hermana sucia de Kate .

Los números otorgaban pocas posibilidades al joven talento para alcanzar la corona para la que hace mucho que fue llamado. Su debut un viernes del Gran Premio de Turquía del 2007 como probador en BMW dejó alucinados a todos y, en Monza-2008, dio la victoria a Toro Rosso, el equipo filial de Red Bull. Ya entonces Michael Schumacher y Gerard Berger hablaban maravillas de Vettel. Y todas se cumplieron ayer, absolutamente todas, en lo que puede ser el inicio de un largo reinado.

"Ha sido un año de altibajos, de errores, de averías... Nunca había sido líder, cierto --reconoció ayer un eufórico Vettel--, pero ya sabía que lo podía conseguir, por eso cuando cruce la meta y me dijeron que era campeón, viví un sueño". El prodigio teutón arrancó primero los récords de juventud a Alonso (pole position y victoria) y ayer le arrebató a Hamilton el de niño prodigio.

Mateschitz no solo ha edificado en cinco años un equipo campeón a partir de las cenizas de Jaguar, sino que, asesorado por Marko, creó un programa de pilotos que captan desde el kárting, los conducen por las categorías inferiores de monoplazas, pasan por el filial Toro Rosso y finalizan conduciendo el mejor coche, ese monoplaza diseñado por el que es, sin duda, el más lúcido, hábil e ingenioso ingeniero que jamás ha tenido la F-1, Adrian Newey, el mago del lápiz. Un genio que ayer, mientras los mecánicos, técnicos e ingenieros de Red Bull montaban una auténtica discoteca en su box de Abu Dabi y bailaban sin cesar para celebrar no solo el título de pilotos, también el de constructores, él se paseaba, sonriendo y recibiendo felicitaciones.