Rafael Nadal volvió a demostrar que nada es imposible. Si apenas hace unos meses aseguraba que "repetir lo del 2008 es una animalada", ahora, después de conquistar su primer título en el Abierto de Australia, habrá que empezar a no creerle viendo lo que ha sido capaz de hacer en Melbourne. El inicio de temporada no podía ser mejor para el número uno del mundo, que sigue batiendo récords y rompiendo los de sus rivales. Ayer hizo trizas las ilusiones de Roger Federer, que acabó llorando sobre la pista tras perder la final por 7-5, 3-6, 7-6 (7-3), 3-6 y 6-2, impidiéndole conquistar ese 14º Grand Slam que le iguale a Pete Sampras (EEUU). El exnúmero uno del mundo deberá esperar una nueva ocasión, aunque ayer desperdició una de las mejores que pueda tener en el resto de la temporada.

SIN CONFIANZA Después de ganar Roland Garros por cuarta vez consecutiva, conquistar Wimbledon por primera vez, colgarse el oro olímpico en Pekín y acabar el año como indiscutible número uno mundial, Nadal confirmó el inevitable cambio de guardia. Ya no es una cuestión de ser invencible sobre tierra. O de haber ganado a Federer en su jardín particular de Wimbledon. Ayer volvió a ganar al campeón suizo y lo hizo en pista rápida, por primera vez. Nadal ya ha conquistado al menos un Grand Slam en tres superficies diferentes. Solo Andre Agassi ha conseguido lo mismo. Un récord seguramente más importante para el tenista que el hecho de convertirse en el primer español que gana en Australia.

No era fácil la misión. Nadal entró en la pista como número uno, aunque no como favorito. En un territorio donde Federer no había perdido ninguna de las tres finales que había disputado, el suizo estaba dispuesto a recuperar su autoestima. Nadal, además, arrastraba en sus piernas el esfuerzo de una maratoniana semifinal de 5 horas y 14 minutos contra Fernando Verdasco y 24 horas menos de tiempo para recuperarse. Federer era el único que no se fiaba de esas ventajas. El ya había dicho que había preferido jugar contra Verdasco la final. Después de 4 horas y 23 minutos, se vio que tenía sus motivos bien fundados.

Federer sabía que el hombre que iba tras él en el paseíllo de entrada iba a hacerle sufrir otra vez en la pista. Un temor que se transmitió a su brazo ya en el primer juego, que cedió con su saque. Nadal fue el primer sorprendido de ese regalo y dejó escapar el siguiente. Los dos tenistas estaban demasiados tensos. A Federer tampoco le tranquilizó volver a adelantarse (4-2): Nadal volvió a romperle en dos ocasiones y acabó apuntándose la primera manga.

En la segunda, Federer reaccionó para apuntársela con comodidad, al menos en el marcador, aunque no viendo sus altibajos en la pista. Pero sería en el tercer y cuarto set cuando se decidió realmente el partido y cuando los dos tenistas demostraron su condición. Los dos sacaron sus mejores armas. Federer, mejorando sus porcentajes de servicio, aumentando su efectividad de golpes y plantándose sobre la línea de fondo para presionar a su oponente.

Pero el tenista suizo desperdició las ventajas que tuvo. Un 0-40 con 4-4 y un 15-40 con 5-5. El número uno no solo se zafó de ese agobio sino que se salió de las cuerdas fortalecido para acabar ganado el set en el tie break .

Nadal evitó el KO a pesar de estar tocado --le hicieron masajes en el gemelo derecho--. "En el calentamiento de la mañana ya notó molestias", dijo su tío Toni Nadal. Por un momento temieron que no pudiera jugar la final. En la pista nadie notó sus problemas. Al contrario. El tenista manacorense volvió a sacar golpes imposibles cuando parecía materialmente desbordado y persiguió cada bola consciente de que en esos momentos se estaba jugando el título. Federer volvió a fallar en los momentos clave, demasiado ansioso. Solo ha ganado a Nadal en seis ocasiones de las 19 en que se han enfrentado.

De nada le sirvió al exnúmero uno ganar el cuarto set. Federer gastó sus últimas balas para salvar cinco break points en el quinto juego y acabar la manga 6-3. El esfuerzo lo pagó en la manga decisiva, que jugó sin recursos, hundido mentalmente y buscando golpes ganadores para evitar la debacle. Nadal solo tuvo que limitarse a esperar el momento de celebrar el éxito final.