Están siendo unos días muy bien llevados por Jorge Campillo. «Me he acostumbrado ya», dice, distendido, el protagonista. Y todo, pese a que el último torneo que disputó, el de Open de Qatar, acabó con un espectacular triunfo suyo, segundo en el Circuito Europeo, y se encontraba quizá en el mejor momento profesional de su vida, parado ahora de golpe. Él, sin duda uno de los deportistas extremeños sobresalientes del año, prefiere tomárselo con calma, a la espera de acontecimientos. La tranquilidad en tiempos de pandemia, su receta.

El golfista cacereño, que en junio cumplirá 34 años y que es cuarto español y 84 en la clasificación mundial, disfruta de la tranquilidad de su hogar, aderezada con su recién estrenado matrimonio y del descanso de sus viajes, aunque asuma claramente que «echo de menos competir», aclara como alguien al que le seduce su condición de deportista de élite.

Llegó a su domicilio en su ciudad natal justo con el inicio del confinamiento. Antes de ello, aún en Asia, «fuimos a cenar para celebrar la victoria a un restaurante brasileño, cogimos un avión para llegar a Madrid, donde estuve unos cuantos días para arreglar cosas, y después llegúe a Cáceres. Desde entonces estoy en mi casa», relata a este diario en una tarde plácida, como otras tantas. «Fui a la compra al Carrefour y me vine con una play, y la verdad es que me he aficionado. Juego al fútbol y al golf», cuenta.

Campillo tiene una rutina muy variada. «Por la mañana, a las 12, tengo entrenamiento con una videollamada con mi preparador físico, Yon; hacemos una horita o por ahí». Antes o después desarrolla otra afición: la cocina. «Siempre me ha gustado, pero estoy haciendo muchas cosas buenas», dice con naturalidad.

La rutina

Por la tarde, llamadas, Play y entrenamiento a última hora de la tarde. «Mi caddie (Borja Legarrea ha tomado el relevo de Borja Martín Simo) me recomendó unas varillas con las que dicen que el swing coge velocidad y por aquí hago lo que puedo», comenta distendidamente un jugador que bromea con las distancias que hay desde su casa a puntos tan emblemáticos de Cáceres como la Cruz de los Caídos, «que son 200 metros», asegura a modo de ejemplo-anécdota.

Narra Campillo que, después de seguir una cuenta de Twitter del antiguo club cacereño en la ACB (@CACERES_CB) estableció una conversación con la estrella de aquel equipo del debut en la ACB, el base estaounidense Kevin Pritchard. «Me dirigí a él porque le recuerdo en los partidos, a los que iba con mi madre, cuando yo era niño, y me dijo que él me conocía porque sigue el Circuito Europeo, aunque no sabía que era de Cáceres. Es jefe de operaciones de Indiana Pacers. Me invitó a unas entradas», relata.

Es evidente que a Campillo le ha hecho ilusión conocer a Pritchard, la sensación absoluta del Cáceres 92-93. «Era buenísimo, recuerdo». Campillo estudió y jugó precisamente en la Universidad de Indiana, donde es una referencia. El mundo, en realidad, no es tan grande.