La noche que el Tour llegó a Berna hubo fiesta en casa de Fabian Cancellara. Solo lo sabían sus amigos, viejos colegas, la mayoría de ellos ya retirados, con los que hizo migas un corredor al que se conoce como ‘Espartaco’. Durante 16 años se hacen muchos amigos en el pelotón ciclista.

Cancellara, en su Berna natal, una noche de verano-verano, con un calor prácticamente desconocido en la capital suiza, más tropical que alpina, ya tenía decidido que no llegaría a París, que los Alpes eran muy duros y, además, peligrosos por culpa de una predicción metereológica, que luego se cumplió, nada halagüeña para andar en bici. Tom Dumoulin, uno de los que le podía quitar la medalla de plata, se cayó en la antepenúltima etapa y por eso, quizás este miércoles, se le ha escapado el oro con el que Cancellara pone punto y final a su carrera deportiva.

EL ARTE DEL CICLISMO

Dicen que la contrarreloj es un arte dentro del ciclismo. Es donde, aparte de la fuerza, cuenta la técnica, prima la aerodinámica, una buena posición sobre la bici, saberse adaptar y hasta trazar por el lugar idóneo de la ruta con el fin de recortar siempre algún segundo que puede llevar al especialista a pasar de la gloria a la decepción. El bronce olímpico se lo ha colgado Chris Froome por apenas cuatro segundos, eternos para Jonathan Castroviejo, el día que había hecho la contrarreloj de su vida.

Cancellara, la noche del 19 de julio, invitó a sus amigos porque era la última vez que llegaba a Berna como ciclista profesional. Ya tenía decidido que era su último Tour, un coleccionista de jerseis amarillos, cuando ponían prólogo en la carrera (de amarillo, por ejemplo, llegó a Barcelona, en el 2009, en una tarde de lluvia). Y también que su última gran actuación ciclista tendría lugar en el escenario de los Juegos. Quería el oro. Deseaba el título de contrarreloj y por ello tuvo prácticamente que volar sobre las carreteras de Río para demostrar que los años todavía no le han pasado factura y que era mejor retirarse por la puerta grande. Su segundo oro olímpico tras el logrado en Pekín 2008.

Porque ‘Espartaco’ puede presumir de ser uno de los grandes contrarrelojistas de la historia. No ha tenido el don de Jacques Anquetil, quizá el primer gran especialista que se recuerda, porque él aspiraba a ganar, nada menos que cinco veces, en París, y ni mucho menos el de Eddy Merckx, capaz de ganar en cualquier terreno o carrera, de febrero a octubre. Y tampoco ha sido Miguel Induráin, el pentacampeón a quien nadie le hacia sombra en una ‘crono’ durante su reinado en el Tour.

LAS CLÁSICAS

Pero él ha sabido curtirse en las batallas de las clásicas, como el que más, para convertirse estos últimos años en un referente, sobre todo cuando los adoquines han hecho presencia… tan rápido que hasta hubo una vez que alguien pensó, en un mundo ciclista siempre atento con las suspicacias, que podía llevar un motor escondido. “El motor está en mis piernas”, replicó Cancellara, en Rotterdam, tras ganar la ‘crono’ que abrió el Tour del 2010. Lo contemplan tres victorias en Flandes y otras tres en Roubaix, sin olvidar su triunfo en la Milán-San Remo.

En abril, en un hotel de Compiègne, al norte de París, donde el conjunto Trek, su último equipo, se preparaba para afrontar los adoquines de Roubaix, compartía estancia con Peter Sagan. Cancellara captaba todas las miradas en el comedor y él bajaba concentrado, pendiente de su música, sin mirar si quiera al eslovaco rebelde, pero en el tramo de ‘pavés’ de Mons en Pèvèle se fue al suelo, mientras Sagan, de forma acrobática, salvaba la caída.

El año pasado, en la victoria de Purito (otro que también lo ha dejado en Río) en Huy, allí donde siempre acaba la Flecha Valona, Cancellara llevó por última vez el jersey amarillo del Tour, el que tomó ya Froome en propiedad. Llegó con cara dolorida tras haber sido víctima de una caída múltiple en los llanos belgas y fracturarse una vértebra. Pero la caída no lo retiró y este miércoles ha podido decir adiós como un gladiador invencible.