Profesor

El Cáceres CB vive entre estertores sus últimos días. Sus horas en la élite del baloncesto español pueden estar contadas. El día que desaparezca no se nos quedará cara de tontos. Se nos quedará cara de cacereños. ¿Qué característica especial tiene la cara de cacereño? Entre nosotros es muy conocida. La cara de cacereño es la de quien ha perdido el tren, ha perdido el Cimov, ha perdido una gran industria, ha perdido el Banco de España, está el último en cualquier estadística y se encoge de hombros mientras se goza en los cuatro euros que ha ganado en cualquier chapuza y pasea por Cánovas presumiendo de una supuesta categoría social.

Porque la culpa de todo lo que sucede, o mejor, no sucede, en Cáceres no la tiene él. Basta con escuchar a muchos hablar de baloncesto. "Se lo van a dejar de escapar". Una clara muestra de que las obligaciones siempre están en otra acera, de que son otros quienes han de dar la cara y poner el esfuerzo. Pues lo nuestro es mirar. No podía ser de otra manera en una sociedad que vive de la subvención y que no da un paso sin contar con las ayudas y estímulos públicos y desconoce la palabra riesgo. Una sociedad en la que es imposible una asociación cultural sin la iniciativa y el sustento de las instituciones. Una sociedad en la que incluso la fiesta protagoniza su vida mientras la organizan y la pagan los organismos públicos. Una sociedad que deja en manos de los poderes públicos su presente y su futuro mientras cada cual se dedica a sacar un escaso fruto de su pobre vida diaria. Una sociedad que acaso, y sin que sirva de precedente, eleva una queja en la barra de un bar o en la conversación familiar.

En una sociedad así es casi imposible que surja alguien con iniciativas. Si se diera el caso pronto pasaría a engrosar la lista de conformistas y rutinarios. No existe caldo de cultivo suficiente como para que emerjan grandes empresarios y por lo tanto debemos resignarnos a administra con mayor o menor éxito nuestra pobreza. Puesto que los políticos salen del pueblo, tampoco podemos exigirles el milagro de estar por encima del resto.

Si dentro de unos años contamos a alguien que una vez estuvimos entre los mejores no lo creerán. Porque lo nuestro es estar entre los últimos o no estar siquiera. De manera que cuando desaparezca el Cáceres CB volveremos a tomar conciencia de que nuestro destino no está entre los grandes ino entre los enanos. Una conciencia que ha marcado nuestro carácter, nos ha adormecido y nos ha conducido a no aspirar más que a sobrevivir entre la escasez. Porque el recuerdo de que una vez estuvimos en la élite será un peso y la ratificación de nuestra impotencia, de nuestra inanidad, de nuestra miseria. "Así somos y esto es lo que merecemos", dicen muchos. Pero no hacemos nada para cambiar porque la pobreza lo corroe todo, incluidos el pensamiento y la voluntad.