Puño en alto, gesto desafiante, grito de rabia que atrona en las paredes del pabellón Riocentro. Con esa puesta en escena, con la que ha ido construyendo su camino en Río, Carolina Marín ya está donde soñaba: en la final olímpica de bádminton, donde se encontrará a la india Sindhu Pusarla.

La victoria de la jugadora onubense, de 23 años, tuvo el sabor dulce de la venganza. Su víctima en semifinales fue la china Li Xuerui, la jugadora que la venció hace cuatro años en Londres para acabarse proclamando campeona olímpica. Cuenta saldada. El triunfo de Carolina Marín se fraguó en apenas 56 minutos y dos sets (21-14 y 21-16). Hoy se le presentará una oportunidad única en la vida: completar la triple corona, después de sus títulos mundiales y de Europa.

Metidos como están en una misión, ni Carolina Marín ni su técnico Fernando Rivas festejaron el triunfo, más allá del ritual abrazo al acabar, aunque su presencia en la final le asegura, como mínimo, la medalla de plata olímpica. "Aún no tengo nada, no quiero ni pensarlo" aseguró la andaluza, que ha encadenado dos títulos mundiales y dos europeos en una trayectoria que rompe moldes. "Ya lo dije el primer día. La única medalla que tengo es la de la Virgen del Rocío. El objetivo es el oro. A ver si lo podemos conseguir", afirmó Marín, dispuesta a acabar con la hegemonía asiática en el bádminton, que ha copado todos los podios olímpicos hasta ahora.

UN PARTIDO MAS Toda la pasión que pone en la pista Marín, la determinación y la fiereza con la que peleó cada punto, al más puro estilo Nadal, su ídolo, es cuestión de carácter. Las miradas desafiantes, la gestualidad corporal, los gritos que restallan con cada punto ganador, son una pose estudiada para marcar el terreno, para enviar un mensaje al otro lado.

Frente a la china Li Xuerui, la jugadora onubense no se saltó ni una coma del guion. "He intentado mostrarle durante todo el partido que quería ganarle, que no me venía abajo. Sobre todo los entrenadores rivales se ponen nerviosos cuando ven que no te rindes. Todo el mundo comete fallos, pero era importante seguir manteniendo el lenguaje corporal agresivo", explicó.

CONTROL DEL ESCENARIO Dominadora de la escena, de los tiempos, Marín utilizó todos los recursos a su alcance para controlar el ritmo de juego: las pausas, el cambio del volante con el que se juega, la repetición de alguna jugada dudosa. Eso hizo que el árbitro le llamara la atención más de una vez.

Apenas pasó por momentos de agobio Marín, que liquidó el primer set en 23 minutos por 21-14. Se complicó algo más el inicio del segundo , en el que Li Xuerui abrió una brecha importante (11-14), el único instante crítico para la onubense, que reaccionó y consiguió darle la vuelta al marcador en una abrir y cerrar de ojos (18-16), instante en el que la jugadora china paró el partido para pedir asistencia médica para tratarse la rodilla.

Los fisios le colocaron una rodillera, que le permitió seguir en cancha pero sin apenas movilidad. Xuerei perdió los tres puntos siguientes en cadena.