Manuel Carpi lleva casi cuatro décadas en Extremadura. El baloncesto le trajo en los 80 desde Zaragoza para vestir las camisetas de BBC y Cajabadajoz, este en la antigua Primera B (lo que sería la actual LEB Oro) y aquí fundó una familia y se gana la vida como médico en la sanidad pública. En su currículum, aunque era una promesa que apenas pisaba la pista con el primer equipo, está haber ganado la Copa del Rey de 1983 con el CAI Zaragoza y el Campeonato de España junior.

Ahora está, como miles de sanitarios españoles, librando el partido más decisivo de su vida: el de intentar parar un virus que está destrozando la moral y la economía del país. Su papel es el de coordinador del Centro de Salud de Pueblonuevo, que engloba también localidades cercanas como Guadiana y Valdelacalzada, que es donde tiene su plaza como médico de familia.

Su contacto con la enfermedad le ha resultado muy cercano. «Algunos de los primeros casos positivos de Extremadura fueron en mi pueblo. Saqué las muestras y dieron positivo. Son pacientes que ya están dados de alta, gracias a Dios. La población ha respondido de un modo excepcional, siguiendo las recomendaciones de forma estricta. El ayuntamiento se ha implicado de forma espectacular, sobre todo el alcalde, Pedro Noriega, y el concejal de Sanidad, Antonio Morillo, que es veterinario y ha ayudado mucho a desinfectar todo dotándonos de material», cuenta.

Pero la batalla contra el enemigo invisible sigue constante, a pie de obra. «El protocolo se está revisando día a día. En el centro de salud se prioriza el tratamiento de la pandemia y a los casos respiratorios relacionados con el coronavirus. De la patología del día a día solo se atiende a los casos más urgentes. Es una responsabilidad muy importante», destaca Carpi, que habla de una «enfermedad seria, con muchas formas de afectación a la población: gente que lo tiene y no muestra síntomas, otra con síntomas gripales muy leves, otra con problemas respiratorios importantes y a los más graves se les complica con una neumonía bilateral con riesgo de morir. Hay que tener mucho cuidado valorando muy de cerca la evolución y controlar a los contactos».

EL EJEMPLO DE PORTUGAL / Como médico, lamenta «no haber tomado nota de lo que estaba pasando en Italia y haber hecho lo mismo que Portugal, que ha sido adelantarse a los acontecimientos. Hemos ido a remolque y ha sido un grave error». Mira más bien a la etapa anterior al confinamiento, cuando «se debió haber dado las instrucciones necesarias a la población y haber evitado las concentraciones para evitar los contagios masivos. Las manifestaciones del Día de la Mujer, los mítines de los partidos, los partidos de fútbol y otras concentraciones no se deberían haber permitido. Eso fue importante, así como los días anteriores. Esos 8 o 10 días se produjo el boom». Reconoce abiertamente que no se ha llegado «ni de cerca» al pico de contagios. «Por lo menos hasta principios de mayo vamos a estar luchando a brazo partido como lo estamos haciendo ahora», pronostica.

Eso sí, lanza un mensaje de esperanza para ‘el día después’ de que pase todo esto: «Al principio la gente tendrá más reparo a la hora de acercarse a sus amigos, a sus vecinos, pero poco a poco las cosas volverán a su cauce. Somos una sociedad y una cultura de contacto, de darnos abrazos, de estar en la calle. A mí me parece perfecto. Es la mejor forma de vida del mundo».

¿Y sobre el deporte? Ahora casi parece lo de menos que las ligas se reanuden pronto o no. «Espero que se vuelvan a jugar esta temporada, aunque con modificaciones en el calendario y a puerta cerrada», apunta.

CARPI ‘JUNIOR’, EN ITALIA /

La historia del médico veterano no acaba aquí. Hace 27 años se casó con María, una economista alburquerqueña, y tienen una hija, Cristina, que es odontóloga (24), y un hijo al que llamaron Manuel (22) y que le siguió los pasos casi a rajatabla. Es un buen jugador de baloncesto de nivel amateur (sobre todo dominante en la Primera extremeña con el BCB) y también decidió estudiar Medicina. Carpi ‘junior’, al que todo el mundo llama ‘Ichi’, estaba cursando 5º de carrera en Bari, al sur de Italia este curso y tuvo que salir precipitadamente de allí antes del cierre de fronteras.

«Llevaba desde septiembre. Yo estaba matriculado en Canarias el año pasado haciendo 4° y jugando en el Náutico de Tenerife y dos de mis amigos propusieron ir de Erasmus a Bari para hacer 5°, porque la universidad tenía buena fama y acepté. Tenía posibilidad de elegir por las notas y conseguí la beca. Estaba estudiando mucho, pero también tenía tiempo para el baloncesto. Me cogió el equipo de la universidad, para jugar en una liga regional», relata.

Su peripecia para volver cuando la crisis se desbordó en Italia es angustiosa: «Salí casi en el último vuelo antes de que se cerrase el país. Esa semana fue de locos. El virus parecía controlado en el norte y en Bari no había prácticamente ningún caso. Yo estaba en mi mundo, pero todo cambió en dos días. Compré un vuelo Roma-Lisboa y me lo cancelaron. Parecía que me iba a quedar en principio, pero luego todo fue a peor y me dije que tenía que volver sí o sí. Cogí un avión Bari-París y luego a España».

‘Ichi’ sigue las noticias «muy sorprendido. Todavía no me lo puedo creer. Con toda la tecnología que tenemos no sé cómo puede llegar a suceder esto». Y tiene tanta vocación que, aunque no cumple el requisito de estar en el último año de carrera, le encantaría «estar de voluntario, ayudar a la gente».