Como todo buen equipo --perdón, equipazo-- como este, que se preste a pelear por un título, una final o cualquier reto, es de obligado cumplimiento hacer una buena cena de conjura. Y eso es lo que organizamos durante la semana del parón.

La LEB Plata era de 15 equipos, por lo que cada semana descansaba uno. A nosotros en la segunda vuelta nos tocó el 21 de marzo, a tan solo cinco jornadas del final.

La verdad es que nos vino muy bien mentalmente. Veníamos de ganar cinco partidos seguidos, los dos últimos ante Castellón allí y Alicante en casa.

El ambiente era formidable, formamos una gran familia y, no me cansaré de repetirlo, fuimos capaces de disfrutar cada entrenamiento, cada momento que estuvimos juntos, pese a la presión que presuponía que debíamos tener.

Teníamos dos bases que, uno encima del otro, no son más altos que Pau Gasol. Pero José Marco ve los partidos a cámara lenta, conociendo al milímetro cada situación. Y Guille Corrales es capaz de anticiparse a cada acción del atacante, tirándose como un loco a cortar el balón en la trayectoria antes de que llegue a su destinatario.

El único alero puro era Carlos Toledo. Vino súper joven y hasta febrero no sabíamos que tenía acento de Murcia porque era súper tímido. Eso sí, tenía más muelles que un colchón de los antiguos. ¡Cómo saltaba!

Tres jugábamos como escoltas-aleros. Añaterve Cruz era más conocido como «Añaterri, terri, mi niño, la guagua». Tenía trucada la aplicación de la pocha y cuando veía que se le complicaba la partida le daba al botón y empezaba a ganar. Mientras, Richard Nguema era otro que parecía que jugaba andando, pero tenía más clase que un instituto. Nos dio un plus de experiencia dentro y fuera. Buen jugador de pocha. Y yo.

Para el puesto de ala-pívot contábamos con Fernando Fernández y Mansour Kasse. ‘Fer’ nos ayudó muchísimo con sus triples, rebotes impresionantes en ataque… y parecía un mono con unos brazos que le llegaban por debajo de las rodillas. Fuera de la pista era un tío que siempre estaba de cachondeo y transmitía muy buen rollo. Mansour, al igual que Marco y yo, ya había estado la temporada anterior aquí, y nos dio ese extra de atleticismo y la posibilidad de jugar por encima del aro. Le encantaba que le tiráramos el balón arriba y volar.

Nuestros dos ‘grandes’ eran Rolandas Jakstas y Brandon Sebirumbi. ‘Ro’ era canterano de Zalgiris. Fue reconvertido al ‘5’, ya que realmente era un ‘4’, pero físicamente aguantaba y bien pudimos sacar mucho provecho con él. Bellísima persona. Es padre y me ha adelantado: ya tiene dos, jeje. Brandon era parecido a Carlos: no hablaba, pero sí sonreía. Era supereducado, amable y agradecido. La única vez que lo vi enfadado o con mala leche fue en el partido final contra Guadalajara: se pegó dos mates de póster en la cara de Agbelese que pasarán a la historia. Brutal.

Pues estos personajes, junto con el cuerpo técnico fuimos los que nos reunimos una noche cualquiera en La Tahona aquella semana de final de marzo, apenas un mes antes del partido más importante de la temporada.

Mañana se cumple el quinto aniversario del ascenso. #YoMeQuedoEnCasa disfrutándolo.