Cinco partidos, cinco victorias. España va en serio. La nueva selección acabó sufriendo a pesar de que había dominado el partido con un juego vertical e imaginativo, al que le faltó, eso sí, la contundencia necesaria para no tener que mirar el marcador, suplicando el final. No merecía ese epílogo porque había gobernado con autoridad pero dejando a Rumanía albergar esperanzas. Y con la expulsión de Llorente aún más porque la selección de Moreno acabó con uno menos en los 10 últimos minutos. Sostenida en el último suspiro por los pies de Kepa, tal si fuera un portero de balonmano.

Arrancó España con energía. Y, sobre todo, con mucho veneno, especialmente a través de las internadas de Jesús Navas, un tipo que fue delantero y ahora ejerce con enorme dignidad el oficio de lateral derecho moderno. O sea, carrilero. De punta a punta recorrió el andaluz para darle una vía profunda de ataque para la nueva España de Robert Moreno. No se había llegado ni al cuarto de hora de partido y la selección se había asomado con mucho peligro al área rumana.

Ocasiones de Alcácer

Alcácer, en un par de grandes ocasiones, erró lo más fácil. El remate final. Dio una lección de desmarque, colándose invisiblemente entre los centrales rumanos, tal si fuera un fantasma, pero se equivocó en la última decisión. No se arredró el delantero del Dortmund, dueño del frente de ataque de España, bien escoltado por Busquets, Fabián Ruiz y Saúl.

La evolución de La Roja dejó paso a otro tipo de centrocampistas. Como no existen, ni existirán, clones de Xavi e Iniesta, toca escoger a tipos altos (Busi mide 1.89, Fabián, también y Saúl, 1.84) que dan, obviamente, una dimensión distinta al juego español. Terminó la primera parte con triunfo del equipo de Moreno gracias a un penalti cometido sobre Ceballos, ejecutado por Ramos con su tradicional sangre fría. Pero el balance de ocasiones, y casi todas claras, fue realmente espectacular: hasta seis desperdició España en apenas 45 minutos, con un frustrado Alcácer (tres), Alba, en otra gran internada de Navas, Ramos y Rodrigo.

De Rumanía pocas noticias. Ni un solo disparo a puerta en la primera mitad, mientras Puscas, recién fichado este verano por el Redding, de la Segunda División inglesa, no paraba de pelearse con Ramos y Llorente, su nueva pareja en el eje.

Problemas de finalización

Curioso el fútbol. Cuando mejor jugó España, con más verticalidad, peor remató. Se sostuvo sobre ese penalti firmado por Ramos, ubicado ya en esa selecta lista de los 10 mejores goleadores de la historia de la selección, con 21 tantos. Pero su juego resultó esperanzador porque detectó las debilidades de Rumanía. Falló en el último remate.

Todo cambió en el inicio de la segunda mitad con una maravillosa jugada colectiva sublimada con el pase mágico de Ceballos para Jordi Alba, prólogo del 0-2 de Alcácer. Quizá el gol más fácil de su vida. A la cuarta, marcó. Ahí parecía acabar el encuentro, pero un desorden defensivo de España, que se relajó demasiado, premió a Rumanía: un tiro a puerta, un gol. Por todas esas disfunciones en la última decisión terminó sufriendo más de lo que merecía su juego, dándole las gracias a los reflejos de Kepa para conseguir el triunfo.