No era una carrera más, no para Renault, no para Alonso, ni siquiera para la F-1. Era el Gran Premio de Francia y el nuevo presidente de la marca, Carlos Ghosn, un tipo con fama de reducir costes de forma traumática y cargarse por el camino los equipos de competición, estaba en Magny-Cours, viendo todo el circo en directo, analizando sobre el terreno en qué se irán esta temporada más de 300 millones de euros, los beneficios que le proporciona en todo un año la filial española.

Red Bull ha llegado a la F-1 para promocionar refrescos, pero Honda, Toyota, Mercedes, BMW, Fiat (Ferrari) y Renault están para vender coches. Y Carlos Ghosn no tardó ni un minuto en advertirlo tras llegar a Magny-Cours, donde las hijas de Bernie Ecclestone, el propietario de los derechos de la F-1, lo acompañaban de un lugar a otro como sirvientas.

Ghosn tiene fama de aniquilar equipos de competición, como hizo siendo presidente de Nissan con el programa del Dakar o Le Mans, pero el brasileño, que asumió la dirección del grupo Renault en mayo, puntualiza: "No competimos en F-1 para realizar un espectáculo normal, sino que lo hacemos para que sea un gran show. Estamos para ganar. Ahora lo estamos haciendo, si seguimos así, seguiremos en F-1".

Negocio

"No estamos en la F-1 por tradición", siguió explicando Ghosn, "sino para demostrar nuestro talento. La F-1 supone un gran coste si no se consiguen resultados. Es un negocio, sólo si sabes ganar".

Cuando Ghosn abrió el cajón del equipo de F-1 y vio que Briatore, el hombre que vendió el equipo de F-1 a Renault, tiene un suculento sueldo como director deportivo, se lleva una parte del salario de los pilotos como mánager, y alquila al equipo su avión particular y la finca de Kenia, pensó: "Vale, pero hay que ganar el título". Y después rentabilizarlo, o mejor, hacerlo ya. Por eso recomendó que Alonso hablará en francés. Nada más finalizar la carrera, la FIA organiza una comparecencia de los tres primeros para las televisiones que retransmiten en directo. Hablan en inglés y después sueltan un pequeño comentario en su idioma. Alonso habló en inglés, luego en español y, a continuación, en francés. "Lo estudié durante cuatro años en el colegio", dijo después. Antes de la carrera se empolló la intervención. No había preguntas, no había peligro. "Es una victoria especial para mí por toda la gente de Renault". La marca repartió 6.000 entradas entre sus empleados y la plana mayor de directivos acudió al circuito. Hacía 21 años que Renault, como equipo, no ganaba en su país. Desde 1983, en Le Castelet, con Prost al volante.

Francia busca ídolo

Ghosn sabe bien que Francia quiere adoptar a Alonso como ídolo, pero a él eso le trae sin cuidado. No hay ningún francés en la parrilla, ni parece que lo vaya a haber en unos años, cuando hace dos décadas eran mayoría con Prost, Tambay o Arnoux. "Lo que vale es ganar, los pilotos tienen que ser los mejores, no importa de qué país", dice el brasileño.

¿Alonso o Senna?, le preguntaron a Ghosn. "Son dos grandes talentos de dos épocas diferentes", dijo. No le van a pillar, tampoco a su diamante. "Pensar en el título ya es un suicidio" dijo Alonso. "Sólo sacaré la calculadora cuando falten tres carreras".