No hay en Inglaterra un rival tan incómodo como Tony Pulis, el embajador del fútbol más rudimentario de la Premier League. Sin embargo, en ningún otro sitio se sintió más dominador el Manchester City de Pep Guardiola como en The Hawthorns, el estadio del West Bronwich, dónde monopolizó el balón, generó una infinidad de ocasiones y, a diferencia de los últimos encuentros, por fin definió como un equipo grande (0-4).

El 'Kun' Agüero le pidió dos veces a Pep que no volviera a dejarle en el banquillo contra el Barcelona. Dos súplicas con la pierna derecha. Una cruzada abajo y otra a la escuadra. “¿Si jugará Kun el martes? Creo que sí... pero no te diré en qué posición”, sonrió Pep. Con una exhibición del argentino y la contribución siempre certera de Ilkay Gündogan, el Manchester City salió de una serie de malos resultados (seis partidos sin ganar) justo a tiempo para el regreso de la Champions League.

CONTRASTE DE ESTILOS

“Hello, hello”, cantaba la grada visitante. “El City ha vuelto”, añadían los 'citizens'. En el duelo de estilos más opuestos del fútbol europeo, cada acción era una evidencia de un contraste exagerado. Rondón la pedía en largo y Gündogan la quería al pie. El West Brom defendía con diez y el City buscaba, en un mar de piernas, un pequeño agujero en campo contrario. Nolito probaba un regate y el defensa le propinaba un manotazo en el cuello. Pulis, bajo su gorra y habituado al espectáculo, ni se immutaba. Guardiola se ponía ambas manos en la cabeza, en señal de incredulidad. El árbitro estaba pensándose si gastar una tarjeta amarilla. Al final los locales pudieron presumir de una numerosa colección.

El City siguió el guión idóneo en el estadio del West Brom. Salir eléctrico, marcar dos goles y procurar después no sumar ninguna lesión. Guardiola utilizó a su once más titular posible salvo Kevin De Bruyne, que no llegaba al 100%. Situó a Fernando de falso lateral diestro, ante las bajas de Sagna y Zabaleta. El portugués se incrustaba en la medular cuando era necesario y servía, en las pocas jugadas defensivas, de pantalla contra los altísimos y musculosos futbolistas de Pulis.

La celebración local más sonora ocurrió cuando Kolarov recibió una amarilla. Agüero se guardó la mejor para el final. Pep le pide que se involucre más en el juego y no se centre únicamente en definir. Siguiendo el mandamiento, orquestó la jugada perfecta con un toque suave que recogió Gündogan, que estuvo a un nivel excelente, para sentenciar el partido. El alemán no se contentó con un remate y volvió a recoger otro envío de De Bruyne para convertir el repaso en goleada.