Largas colas y pabellones semivacíos. Esta es la paradoja que está viviendo en los dos primeros días de competición efectiva los Juegos Olímpicos de Río 2016. Algunas de las instalaciones han presentado el sábado y el domingo un nivel de ocupación impropio del mayor acontecimiento del mundo, aunque la organización confía en que los problemas que han complicado la asistencia de espectadores se solucionen rápidamente y se puedan alcanzar los niveles esperados.

Incluso acontecimientos punteros y muy esperados, que requieren en el caso de la prensa acreditada el aditamento de entradas especiales (no se puede acceder a ellos solo con la acreditación), como es el caso de la natación o de los partidos de la selección de baloncesto de EEUU, no han podido llenar las gradas en las primeras jornadas. En contraposición a ello, las colas se repiten en todas partes: para pasar el control de seguridad, para entrar en las instalaciones y, sobre todo, para acceder a uno de los escasos puestos de comida o bebida, que en muchos casos se termina antes de que acabe la jornada.

Los motivos

El descontrol en la seguridad, los problemas de transporte y la lejanía de la sede de algunos deportes están complicando el acceso de los espectadores, que se tienen que armar de paciencia para llegar a su destino. A eso hay que añadir el precio de las entradas, alto para un país con el poder adquisitivo de Brasil, y que no se han vendido todas las localidades.

La organización puso a la venta un total de 6,1 millones de entradas, pero según fuentes oficiales, hechas públicas el pasado miércoles, solo 4,9 millones se habían vendido hasta ese momento (alrededor del 80%), y un total de 1,2 millones fueron a parar a extranjeros. Pero se duda de que los 500.000 visitantes extranjeros anunciados hayan hecho todos acto de presencia.

El transporte también sigue siendo un talón de Aquiles para la considerada cuarta ciudad más congestionada del mundo, tras México DF, Bangkok y Estambul. El corazón de los Juegos, el Parque Olímpico de Barra de Tijuca, está a más de 50 kilómetros de Copacabana, y la nueva línea 4 de metro, inaugurada una semana antes de la apertura, no llega hasta el Parque, por lo que los espectadores tienen que recorrer unos 15 kilómetros en autobuses abarrotados.

"No se adelanta nada llevando miles de pasajeros en cada tren de metro si después los buses no tienen capacidad para trasladarlos hasta Barra", asegura Marcus Quintanilla, ingeniero de transportes. "La mayoría de las empresas han sido contratadas a tiempo, pero eventos como estos nos obligan a veces a reclutar gente sin la formación debida", reconoció el sábado el director de comunicación de los Juegos, Mario Andrada.