Ni Chris Horner no tiene nada que ver con el mundo de la Fórmula Uno, ni Fernando Alonso es ciclista profesional, aunque el anuncio de la compra del Euskaltel por parte del piloto asturiano ha sido como una especie de revolución para un ciclismo que no está acostumbrado a las buenas noticias y para una Vuelta que ayer descansó en Zaragoza y sus alrededores.

En una calurosa Zaragoza solo se pronunciaban dos nombres: Hunter y Alonso. El primero porque su ataque en Hazallanas fue de tal violencia que hasta lo hubiera podido firmar el mismísmo Chris Froome. "No es que lo dejáramos ir, es que no pudimos seguirlo", confesó Purito Rodríguez. Y el segundo porque ha salvado a un equipo que estaba ya con el certificado de defunción en la mano, en un ciclismo que hasta ahora se identificaba por tener a multimillonarios como mecenas de Katusha, BMC y Omega, por citar tres ejemplos.

Es obligado citar como ideólogo del proyecto al exciclista asturiano Chechu Rubiera, amigo personal del piloto de Ferrari. "Cuando me dijeron lo de Alonso me emocioné y se me pusieron los pelos de punta", confesó Alejandro Valverde.