Fue el día grande del Astana y también la etapa en la que, por idénticos intereses, Lance Armstrong y Alberto Contador actuaron como verdaderos aliados, amigos por un día, hasta que la línea de llegada los separe.

De este modo, con un corredor tejano desbordado de ambición, con un ciclista estadounidense que sabía que cuatro años más tarde se podía volver a vestir de amarillo --se quedó a solo 22 centésimas de la hazaña-- Contador asestó un golpe de considerables dimensiones, si se tiene en cuenta el poco rodaje habido en este Tour, a todos los rivales que no visten su mismo maillot. El Tour ha comenzado a bailar al son del conjunto kazajo, aunque todavía falta por saber si la música será española.

Contador sigue cabreado, pero está actuando con inteligencia y seguramente ayer empezó a darse cuenta de una circunstancia que juega a su favor. Posiblemente no era la intención de Armstrong, pero si ayer hubo un corredor del Astana que se esforzó hasta lo infinito en los 39 kilómetros de la contrarreloj por equipos que discurrió por los alrededores de la ciudad de Montpellier, este no fue otro que el astro de Texas, el mejor gregario que tuvo el madrileño para golpear con furia a los rivales externos en la pelea por el jersey amarillo. Para disfrutar en silencio, sin decírselo a nadie.

CASTIGO SEVERO De este modo, la exhibición del Astana, campeones de la etapa, sirvió para que corredores de la talla de Carlos Sastre sufrieran un buen castigo en tiempo prácticamente inesperado con solo cuatro etapas disputadas. El abulense se encuentra a 2.25 minutos de Contador, pero es que Cadel Evans, tras la horrible crono de su equipo, ya ha cedido 2.40 minutos y Denis Menchov, que parece que tenga la cabeza en otra parte y no en el Tour, nada menos que 3.33 minutos. Solo el pequeño de los Schleck, Andy, resistió mínimamente, con 1.22 minutos cedidos al pinteño, por obra de la bestia suiza Fabian Cancellara, que salvó el amarillo por la mínima y que se cargó a la espalda los mejores relevos.

Johan Bruyneel, el técnico del Astana, sigue repitiendo que el líder es Contador, aunque tal vez el ciclista madrileño deba guardar en su memoria la frase que ayer pronunció Armstrong tras la victoria de Montpellier. "No siempre el líder del equipo es el ciclista más fuerte, puede serlo también el más experimentado, el de más edad, el que tenga más confianza". Bruyneel tiene a un supuesto jefe de filas llamado Contador, pero no renuncia a la candidatura de Armstrong, tal como se apreció el lunes, y mantiene en la recámara a Andreas Klöden y Levi Leipheimer, que han subido al podio de los Campos Elíseos. ¿Una bomba de relojería? ¿El sueño de cualquier estratega? Bruyneel debe pensar y mucho cómo mueve a sus piezas: porque Leipheimer tiene aspiraciones, que las tiene, porque difícilmente se descuelga en la montaña; porque Armstrong no será el de antes, pero mantendrá el genio hasta la sepultura; y porque Klöden, el más dócil del cuarteto, también se maneja bien en cualquier terreno.