A la estación de esquí de Le Grand Bornand, Alta Saboya, se llega por dos montañas. Una, Aravis, es de triste recuerdo porque allí en 1983 le entró a Pedro Delgado la pájara del siglo para dejar en bandeja al malogrado Laurent Fignon el triunfo en París. La otra, la Croix Fry, con lluvia, fue por donde transitó ayer el Tour de las 100 ediciones. Y allí Alberto Contador, con una segunda plaza de la general tan resbaladiza como los mojados prados alpinos, no quiso repetir las desgracias de Perico en la zona y por un día se volvió conservador, se alió con Chris Froome para el control de la carrera, y dejó el aliciente del gran espectáculo en la montaña para hoy, última jornada de ascensos, los montes de Annecy.

Bjarne Riis es el mánager del Saxo-Tinkoff, la escuadra de Contador. Y para un equipo como el suyo tener a un ciclista mañana en la nocturna despedida del Tour 2013 en los Campos Elíseos es un premio que no se puede desperdiciar con locuras. Y menos si las fuerzas del líder, léase Contador, no son las mejores para afrontar una táctica suicida contra el jersey amarillo, aunque, ayer y en Alpe d´Huez, el cansancio es un arma cargada de crueldad, Froome no demostrara su mejor careta guerrera, tal como hizo en los Pirineos y luego en el Ventoux.

Dijo Contador y lo repitió --una, dos, tres... todas las que hiciera falta-- que la segunda plaza no le interesaba. Que él luchaba para ganar. Que tenía una etapa marcada en rojo. Jamás la descubrió. Solo le queda una, hoy --cinco puertos iniciales y la llegada final, categoría especial, al inédito monte de Semmoz, a las afueras de Annecy--. Pero, ¿atacará desde lejos como ha prometido? o ¿viendo que Nairo Quintana y Purito Rodríguez le comen terreno se volverá conservador como ayer?

Porque, en una etapa maratón con cinco puertos el conjunto Saxo-Tinkoff se alió por un día con el Sky de Froome.