Alberto Contador ya tiene el Giro en el bolsillo cuando todavía falta una semana para terminar la carrera y con otras tres llegadas en alto (una de ellas, mañana, en la modalidad de cronoescalada) para ampliar si cabe la ventaja al frente de la general. La ronda italiana corre cautiva de Contador. El pone el compás de la carrera, permite las fugas que no le incordian --como la de ayer que supuso la victoria y presentación de Mikel Nieve (Euskaltel) ante la sociedad ciclista--, saca ayudantes de recompensas anteriores (ayer el venezolano José Rujano le echó una mano tras el ataque en descenso de Vicenzo Nibali) y amplia las distancias en la clasificación cuando lo cree conveniente. Ahora, el segundo de la general es Michele Scarponi, pero ya a 4,20 minutos de distancia.

El tríptico dolomítico, que ayer vivió la clausura con la etapa reina que mantuvo a los ciclistas más de 7,5 horas sobre la bici, ha servido para evidenciar dos cosas. Primero, lo que ya se sabía, que Contador es el mejor ciclista contemporáneo en grandes rondas por etapas. Y segundo, por si alguien sigue teniendo dudas, que es el mismo del 2010, del 2009 y del 2008, mucho antes que un control anómalo en el Tour le supusiera algo así como si se le hubiera caído el cielo sobre la cabeza.

Precisamente, ayer, Contador ofreció una auténtica clase de teoría ciclista para demostrar que es tan importante tener cabeza como piernas y que sin una perfecta combinación entre ambas es imposible ganar una prueba tan difícil como el Giro; sin ningún tipo de dudas, en cuanto a montaña, la más complicada de las tres grandes rondas por etapas en esta temporada.

LA OFENSIVA La lección comenzó a 50 kilómetros de meta, justo en los últimos 700 metros de la ascensión al Passo de Giau. Contador decidió atacar, ¿por qué? Pues porque sabía, tal como luego ocurrió, que Nibali se lanzaría en la bajada como un loco para tratar de noquearlo. Contador ganó unos metros de distancia, se abrigó para el descenso y como si llevara un espejo retrovisor en su bici esperó que Nibali pasase a la acción.

El ciclista italiano siempre estuvo por debajo de los 40 segundos y en las primeras rampas de la Marmolada, el más legendario de los cinco puertos de ayer, Contador lo capturó. A partir de allí, buscó aliados en los corredores del Movistar, en algunos instantes de Purito Rodríguez y sobre todo del venezolano Rujano.

Solo faltaba la corta, aunque dura, ascensión final a Val di Fassa, con un tremendo último kilómetro. Allí fue donde Contador movió por última vez el Giro, como si fuera un árbol del que caían frutos maduros. De hecho, en los últimos cinco kilómetros, solo Scarponi, con Nibali noqueado e Igor Anton lejos de las posiciones destacadas, le inquietaba un poco. Por eso, y porque él se mueve más a gusto pasando a la ofensiva que subiendo a rueda de sus rivales, decidió atacar. Volvió a ser el mejor en el grupo de destacados. Solo le precedieron en la llegada los dos fugados, el brillante Nieve y el veterano Garzelli. Por detrás de Contador entraron todos los cautivos. "Ha sido la etapa más dura de mi vida", confesó Contador. Pues, la verdad, viéndolo subir, hasta pareció fácil.