Cuenta la tradición que no llovía un domingo de julio, final de Tour, en París, desde 1988, con Pedro Delgado en lo más alto del podio. Quiso el destino que ayer, bajo pequeñas gotas de agua caídas del cielo, Alberto Contador ganara al mejor estilo de Perico, atacando en la montaña y sufriendo en las contrarrelojes. Pero ayer, en la capital francesa, en la avenida ciclista más famosa del mundo, había nubes en lo alto resistiendo a la tormenta, apoyadas en este joven de Pinto, el futuro vestido de presente, porque la tempestad sigue acosando en el parte meteorológico del ciclismo. Solo corredores como Contador pueden aplacar los ánimos y confirmar de una vez por todas que tras la tempestad llega la calma. Y los éxitos. Los 24 años del vencedor le dan margen para pensar en más triunfos. Ayer, con el primero en el bolsillo, el contador se puso en marcha.

Contador saludó al público de París. No hubo tantas banderas españolas como en los tiempos de Miguel Induráin. Contador, tal como dijo, micrófono en mano y en castellano, se sintió "el hombre más feliz del mundo". Contador certificó la novena victoria española oficial en el Tour --Bahamontes (1959), Ocaña (1973), Delgado (1988) e Induráin (de 1991 a 1995)--, que, en breve, pueden ser 10, en cuanto se descalifique de una vez por dopaje a Floyd Landis como vencedor del año pasado y se otorgue el título a Oscar Pereiro.

DOPAJE Esa es la peor palabra, mal sonante, estúpida, indigna y en muchas ocasiones hasta para echarse a llorar. Alexandre Vinokurov empezó a arruinar de una forma mísera y cobarde la victoria de Contador desde que el pasado martes se supo que había dado positivo. El kazajo ha sido el garbanzo negro de este Tour, muy por encima de Michael Rasmussen. Vinokurov fue el culpable de que la dirección del Tour se acongojara con las dudas sobre el danés: que si se había entrenado a escondidas, que si no era amigo de los controles por sorpresa, y forzó a la dirección de su equipo a desposeerlo del jersey amarillo. Si el kazajo no sehubiera dopado, en París, habríahabido con bastante probabilidadun jersey amarillo danés.

Pero de todo ello, de la basura,de la guerra abierta entre la federacióninternacional (UCI) y losdueños del Tour (ASO), delauténtico galimatías en que seha convertido la sala de mandosdel ciclismo mundial –aquí nose aclara ni Dios–, Contador notiene ninguna culpa. Es él claroy limpio, sin dudas, sin problemas,sin fisuras, de un Tour quelo ha elevado a la categoría de escaladorde cinco estrellas.

El chico de Pinto, que hoy seráhomenajeado en su pueblo, amedia hora de Madrid, conquistóayer el Tour con totalmérito, porque se quiera o no –ymás en estos tiempos–, solocuentan los que siguen vivos yno los que caen por descalificacióno accidente. Hace unos añossolo valía el adiós precipitado siel líder, el aspirante, el más fuertese iba al suelo. Ahora, por desgracia,hay que estar pendientesde los laboratorios. Pero ni aúnasí, los malos, los ‘tricheurs’, comodicen los franceses, no logranni que la gente se apartedel televisor –ha sido un Tourcon “muy buenos índices deaudiencia”, según indicó ayer unportavoz de TVE– ni que el aficionadopierda la devoción porsituarse en la cuneta: se ha vistoa muchísima más gente en la carreteraque hace un año.

LOS REGISTROS / Contador ganóayer con total merecimiento elTour con la segunda menor diferenciaentre el primero y el segundo–solo lo superó la victoriade Lemond ante Fignon de1989– y con la distancia en tiempomás corta entre el jersey amarilloy el tercer clasificado. Contador,al que algunos, influenciadospor este clima hostil, tratande manchar, contó ayer con elapoyo institucional del Gobiernoespañol, de la mano de Jaime Lissavetzkyy con el reconocimientodel mejor ciclista de todos lostiempos, Eddy Merckx.

“Ha ganado a la misma edadque yo logré mi primera victoria.Entonces, como ahora él,tenía 24 años. Es un enorme escalador,aunque si quiere ser elpróximo dominador mundial,debe mejorar en contrarreloj.Me recuerda a Fuente, pero máscompleto”. Palabra del Caníbal.La ‘Era Contador’ ha comenzado.Que, por favor, no la estropee latormenta.