Salía ayer de una sala y entraba en otra. Sin ninguna medalla colgada del cuello. Una hora después de terminar la contrarreloj, en la que voló el suizo Fabian Cancellara hacia el oro olímpico, Alberto Contador estaba, al pie de la gran muralla china, pasando controles antidopaje. Primero de sangre, luego de orina. Un poco más lejos del ganador del Giro quedaba la figura juvenil de Samu Sánchez tomando fotografías con su cámara digital, retratando sus últimas sensaciones en Pekín, la ciudad que le encumbró el pasado sábado.

La misma en que Contador, por apenas ocho segundos, se quedó sin medalla, arrasado primero por el ciclón Cancellara --a veces los pronósticos se cumplen--, luego por Gustav Larsson, un sueco fichado este año por el CSC, el conjunto de Carlos Sastre, el rostro desconocido que se llevó la plata --"ni yo le pongo cara a ese nombre", dijo Samu ilustrando el asombro que había causado entre los favoritos--, y finalmente hasta le pasó por delante el antipático estadounidense Levi Leipheimer, que se adueñó del bronce, un compañero del Astana que también le puso contra las cuerdas en el Tour del 2007 y que estará con él en la Vuelta.

DE MAS A MENOS Mientras Contador hacía tiempo para orinar, repasaba mentalmente la carrera. Empezó desatado, marcó el primer mejor tiempo intermedio y se vestía de oro. Después, todo lo que ganaba en la subida, lo perdía en la bajada. "Alberto iba como mucho a 80 km/h, imagínate a qué velocidad debían ir los velocistas", contó luego Paco Antequera, el seleccionador español. "Han sido superiores, nos han aguado la fiesta. Nada más, pero tampoco están tan mal", explicó Sánchez, quien solo lamentó no tener referencias de los grandes favoritos al ser el primero en salir del selecto grupo.

EL DESCENSO MALDITO Lo decía el asturiano mientras abrazaba efusivamente a Cancellara, el modelo que quiso ser ciclista. O el ciclista que no quiso ser modelo. El más rápido del mundo, uno de los mejores especialistas que se recuerdan en esa lucha contra el reloj porque aprovecha su corpulencia y sus poderosas piernas para ganarle segundos. Mientras los demás bajan como los humanos, Fabian va como un marciano, más rápido casi es imposible.

Y eso que Contador no bajaba solo por las laderas de la gran muralla. "Lo siento por España, que deseaba otra medalla. Además, la gente de Pinto me empujaba desde la plaza del ayuntamiento. Sentía cómo me empujaba en la bajada, ha faltado poco para rematar", se lamentó Contador, aunque sin perder el mundo de vista. Venía a Pekín para aumentar un extraordinario palmarés (Tour y Giro consecutivo, pendiente de si logra ese inusual triplete dentro de unas semanas con la Vuelta), pero tampoco había hecho de la crono olímpica el objetivo definitivo. "Tampoco es mi fuerte, pero demostré que cada día voy a más".

"MIRA EL PESO" Tanto va a más que le faltaron solo ocho segundos, un largo suspiro, para colarse entre los tres mejores y ganarse el honor de pisar el podio olímpico. O, sencillamente, que el anónimo sueco no le sorprendiera. "¿Larsson, qué ha hecho? ¡Plata! No lo sabía", dijo Contador, aún sentado en la bici, en la recta final del circuito de la gran muralla, tras fundirse en un emotivo, prolongado y sincero abrazo con Samu. "Tampoco me voy a tirar de los pelos por no lograr el bronce", afirmó el ciclista de Pinto, recordando que "aquí han estado los mejores del mundo". Cierto. No faltaba nadie.

Mientras la carretera estaba empinada, Contador tenía la medalla en el pecho. Cuando la carretera descendía, Contador quería, pero no podía. Samu, también. "Si hubiera sido más dura la subida, habría ido mucho mejor", comentó el ganador de la prueba en ruta. "Mira el peso y la musculatura de cada uno y verás la explicación", apuntó Contador, quien se salió de la carretera, descubrió unas piedras y se golpeó la rodilla en un par de ocasiones. Entre los cuerpos livianos de los españoles y los descomunales físicos de un poderoso Cancellara (mide 1,86 metros y pesa 80 kilogramos) y un longilíneo Larsson (1,95 metros y 77 kilos) queda la explicación a esa medalla que se escapó.

LA INSPIRACION DE ESPARTACO Contador quedó cuarto, al borde del podio, aunque nadie debe olvidar que se trata de un escalador. No es comparable a Espartaco, el apodo con el que se conoce en el pelotón a Cancellara, que ha dado el primer oro olímpico a Suiza en Pekín. Un ciclista disfrazado de locomotora humana, capaz de hallar la motivación necesaria del suntuoso escenario donde se desarrolló la prueba. "Esta muralla me ha dado el poder y la fuerza, cuando tú ves que hay más de 5.000 kilómetros y todo el trabajo duro que debieron hacer, piensas: Quizá es una señal".