Con las maletas preparadas para la Vuelta al Algarve, con la mirada puesta en París, siempre en París, rodeado de sus chicos, los de la fundación que lleva su nombre, la mejor cantera, y de lejos, del ciclismo de carretera español, Alberto Contador --ayer en Madrid-- ya empieza a meditar lo que hace algo más de un año parecía una sentencia definitiva, el anuncio de su retirada, el final de la vida deportiva del mejor corredor de grandes vueltas del siglo XXI.

La versión oficial, según sus propias palabras: "Hay dos opciones en mi cabeza para mantener la idea de retirarme que manifesté hace un año, que tenga un percance en el Tour, como en el 2014, que me impida rendir a tope, o sacar el equipo profesional que estamos planificando". Y es --versión no oficial, pero seguramente la verídica-- este segundo aspecto el que ahora le ilusiona, seguir con sus chicos, crear una equipo profesional, lo que buena falta le hace al ciclismo español, con la estructura suficiente para que Contador piense que hay vida ciclista más allá del 31 de diciembre de este año.

Contador, como si se tratara del dirigente político que busca apoyos para ser elegido presidente, necesita un buen patrocinio para que los chicos de su cantera no se queden a medias de cumplir el sueño de hacerse profesional, apoyados por una buena serie de gregarios, muchos de ellos procedentes, seguramente, de un Tinkoff que tiene fecha de caducidad. El conjunto ruso finaliza su proyecto a final de año.

Contador inicia mañana en Portugal el curso ciclista 2017, con el objetivo puesto en el Tour de Francia. No será fácil que acuda a la Vuelta.