Hay que remontarse a mediados de junio y reproducir una conversación telefónica. Al habla José Luis Arrieta, director del Movistar, con Eusebio Unzué, mánager del equipo. El primero se encuentra en Bastia, final ayer de la accidentadísima primera etapa del Tour número 100, y el segundo en Pamplona. "Estoy asustado con lo que veo. Menudo final. Qué peligro. Va a haber caídas". La inspección del técnico navarro sirvió para descubrir lo que ayer vieron millones de personas a través de la televisión desde Córcega. Un caos, un peligro, al rojo vivo, unos kilómetros hacia la meta, hacia la playa de la Arinella, impropios de una carrera como el Tour. Todos al suelo. Alberto Contador, entre los afectados.

No es ninguna novedad que los nervios se apoderen siempre de los ciclistas en las primeras etapas de la grande boucle . Si la montonera (caída masiva) se produce en el medio o detrás, las consecuencias son igual de dolorosas para los desafortunados, pero no influye en la clasificación general. Pero cuando el accidente sucede delante (ayer, provocada por Peter Sagan que peleaba por ganar una etapa al esprint que se llevó el alemán Marcel Kittel, primer jersey amarillo, porque Mark Cavendish también se vio perjudicado) entonces siempre cae alguno de los líderes. Y quien se llevó la peor parte fue nada menos que Contador, con magulladuras en el hombro y la rodilla izquierda que, afortunadamente, no deben afectar su rendimiento futuro.

El madrileño perdió algo de tiempo, aunque la organización decidió asignar a todos los afectos el mismo tiempo que al ganador.