¡Qué bonito es el ambiente del fútbol! Aunque haya que aparcar lejos del estadio, aunque haya que hacer cola para entrar al Príncipe Felipe, aunque haya que esperar siete años para ver cómo la afición se multiplica y vibra con el equipo de su ciudad.

El estadio del Cacereño se volvió a iluminar siete años después y con él los aficionados al fútbol. «Cuánto tiempo hace que no ves cuatro sombras», preguntaba un aficionado. Pues desde el anterior partido de Copa del Rey que se jugó en el Príncipe Felipe, contra el Málaga en el 2012, el último en el que se encendieron las luces. Aquel día también vibró la grada ante un equipo andaluz entonces de Champions.

2.362 aficionados acudieron al Cacereño-Alcorcón, cumpliendo las expectativas del club extremeño. Esa fue la cifra oficial, pero la sensación es que había muchos más. ¿4.000? Y el equipo lo notó en el terreno de juego, sintió el aliento de su gente durante los 94 minutos.

Sirvió el duelo como colofón al centenario del club, con la presentación de un video al inicio del encuentro y varios actos en el descanso, como el intercambio de obsequios entre los presidentes del Cacereño, Carlos Ordónez, y de la Federación Extremeña de Fútbol, Pedro Rocha. A los homenajes se sumó el Femenino Cáceres.

El partido comenzó mirando al palco. Con el pitido del árbitro empezó a aplaudir la afición, primero de manera tímida, después más sonora. El motivo, agradecer a Ordóñez y a Luis Puebla, director general del Cacereño, todo lo que se ha hecho para mejorar el estadio, que desde la semana pasada vuelve a tener cuatro torres de iluminación. Después también se ovacionó a Francisco, un fiel y colaborador aficionado del club al que en cada partido se puede ver a pie de campo. Ayer era un día grande y se fue al palco.

La tribuna del Príncipe Felipe estaba prácticamente llena. Y en la preferencia llamaba la atención la zona reservada para la afición del Alcorcón, donde solo había un seguidor, con su camiseta amarilla, eso sí. Le custodiaban ocho agentes de la Policía Nacional.

Con el gol de Gustavo subieron las revoluciones y también los nervios. La afición veía cerca el premio y temía que se le escapara, por eso en el minuto 76 se cortaron las respiraciones durante dos segundos, los que tardó el balón en pasearse por la portería de Bernabé y marcharse a córner por centímetros. Y volvió a suceder lo mismo en el 84 con el cabezazo de Rui Costa. Pero al grito de sí se puede animaban a los jugadores y a sí mismos, que lo necesitaban tanto como ellos. Con un ojo en el campo y otro en el reloj fueron transcurriendo los últimos minutos para culminar con el júbilo y la invasión del campo de los chavales de la cantera. Ahora espera un premio más gordo, todos quieren un Primera.