¿Qué trascendencia real tendrá en el futuro el contundente 5-0 del Badajoz al Cacereño en la final de la Copa Federación? Antes de entrar en materia directamente, voy a expresar mi opinión, que para despistados es idéntica --hay testimonio escrito-- a la expuesta antes de celebrarse el partido del pasado jueves en Don Benito.

Creo cabal relativizar el resultado por variadas razones. Ni uno debe pensar que lo tiene todo hecho en la Liga ni que el otro no tenga nada que hacer ante la superioridad del equipo de Agustín Izquierdo. Tengo claro que el Badajoz ha hecho un equipazo, una plantilla de lujo, muy superior al resto del grupo XIV de Tercera División. En principio, debe ser el campeón, pero en fútbol ocurren muchas cosas. No solamente el Cacereño de Adolfo Muñoz le puede hacer sombra, sino otros, como el Don Benito o el Jerez, han reunido también un plantel muy competitivo.

En la final copera no se exhibieron todas las cartas. Se trató de jugar al despiste, creo, por parte de los dos técnicos. En el Cacereño no jugaron al menos seis titulares, entre ellos Minaya o Kevin, quizá sus futbolistas más desequilibrantes. En el Badajoz tampoco estuvieron de inicio varios hombres sin duda clave, como Alex Herrera o José Angel, otro lujo.

¿Quizá ello quiere decir que el Badajoz tiene mejor banquillo? Esa puede ser la primera conclusión. Pero la expulsión del defensa verde Asiel en el minuto 20, demasiado temprano, lo condicionó todo. ¿Qué hubiera pasado once contra once? Quién sabe.

Por encima de todo, Cacereño y Badajoz tendrán que centrarse en la liga, que es lo que verdaderamente importa. Los pacenses, lógico, disfrutaron del título. Cierto: dieron un golpe en la mesa, a modo de declaración de intenciones, pero nada más allá que eso, bajo mi punto de vista. En menos de un mes, el 6 de octubre, en el Príncipe Felipe, se podrán extraer conclusiones más cercanas a la diferencia entre unos y otros. Entonces los dos dos equipos jugarán con todas las cartas disponibles.