Cuatro increíbles minutos que le valieron una ovación. Al judoca Popole Misenga, uno de los 10 atletas refugiados que compiten bajo bandera olímpica, no le hizo falta ganar una medalla para convertirse en el favorito del público brasileño. En la noche del miércoles, los 10.000 espectadores del Carioca Arena 2 pudieron ver como este congoleño de 24 años consiguió plantarle cara al campeón mundial de la categoría -90 kgs, el surcoreano Gwak Dong-Han.

"Durante mi lucha no pensé que estaba agarrando por el cuello al campeón mundial. Solo escuchaba el latido de mi corazón", explica cuando todavía se encontraba empapado en sudor por el esfuerzo. Aunque perdió por ippon en el último minuto, la perseverancia de Popole encandiló a los cariocas.

Prohibido tirar la toalla

A lo largo de su vida aprendió que la única manera de sobrevivir era no tirar nunca la toalla. Cuando apenas tenía 9 años, Popole escapó de las matanzas perpetradas por la milicia M23 en Kisangani, su ciudad natal, y se refugió en lo más profundo de la selva de la República Democrática del Congo. Durante ocho días el niño vagó por los bosques sin agua ni comida hasta que un grupo de soldados lo rescató y le envió a un centro de menores en Kinshasa. Fue ahí donde Popole descubrió "el camino de la suavidad": el judo.

El africano pronto comenzaría a formar parte del equipo nacional congoleño. Sin embargo, su éxito no le ayudó a mejorar sus condiciones de vida. A veces pasaba semanas enteras a base de café y pan. En el 2013, cuando Popole llegó a Río para competir en el Mundial, no dudó en aprovechar su oportunidad. Y huyó.

Sin documentos, dinero o ropa, pasó varios meses viviendo en las calles de Río hasta que encontró refugio en la favela de Brás de Pina, una especie de punto de encuentro para los refugiados congoleños.

"Popole era brutal. Había algo muy hostil dentro de él: cada pelea era un asunto de vida o muerte", relata Geraldo Bernardes, su actual entrenador. El pasado mes de mayo, el Comité Olímpico Internacional (COI) confirmaba a Bernardes que su pupilo participaría en Río junto a otros 9 atletas refugiados.

Popole solo pudo ganar al indio Avtar Singh, pero guardará siempre en el recuerdo el cariño que le demostró la torcida. "Me emocioné y me sentí como un brasileño más", apunta Popole quien, por encima de los gritos de la grada, sintió el apoyo de su mujer Fabiana. "Ya soy carioca, mi mujer y mi hija lo son. Quiero vivir en Brasil", resumió.