"Aquel gol fue el más bonito, además del más importante, de toda mi carrera como jugador, sin duda". Desde su casa, desde su imborrable recuerdo de héroe perenne del Mérida, Crescencio Cuéllar (Pamplona, 2 de enero de 1970) dice que aquel trallazo desde fuera del área que llevó al ascenso del club extremeño fue atípico. "No marcaba nunca goles de ese estilo, pero ahí quedó". El era más un finalizador de área, de oportunismo, de ratonería, de pericia futbolística, de corazón alborotado sobre un campo de fútbol.

Sea como fuere, para Cuéllar el ascenso fue un acontecimiento "mágico" porque detalla que "además, lo hacía en mi tierra y con mi familia en Ipurúa, viéndome. Fue increíble. Recuerdo que lo celebramos por todo lo alto, a tope. Queríamos subir cuanto antes, y tuvimos la suerte de cara en aquel partido".

"Me llevaba muy bien con todo el mundo de aquel vestuario: con Loren, Salguero... aunque quizá con Reyes tenía más contacto", dice el héroe del ascenso, quien considera que el grupo formando, humanamente "buenísimo", fue capital en el éxito deportivo logrado por el club extremeño.

Crescencio Cuéllar está ahora feliz. O, desde luego, "mucho mejor" que hace algo más de tres años, cuando sus penurias de una vida que le había puesto en dificultades afloraron. Sus problemas económicos fueron noticia negativa con un desesperado 'SOS' lanzado desde la humildad y la humanidad. Ahora, "estamos remontando, estamos bien", se congratula el protagonista.

Trabaja de pintor con su hermano en Pamplona. "Nos va bastante regular ahora", dice. Otro motivo de celebración, sin duda. Lástima: no puede posar con la camiseta del ascenso, de aquel ascenso aún candente, aún vivo. "La tuve que vender". Lo que no se venderá, desde luego, es ese gran recuerdo, ese gran día, ese golazo.