«Hoy me duele todo. Esto es tremendo, pero estoy muy contenta». Cristina Jordán Ordiales (Casar de Cáceres, 23 de julio de 1989) regresa así desde Valencia, donde se estrenó como maratoniana el domingo, hasta Madrid, donde reside.

A pesar del sufrimiento, la corajuda atleta extremeña está exultante tras finalizar como segunda clasificada entre las españolas participantes, lo cual se traduce en un sueño: puede ir a los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020. Para ello tendrá que conseguir un tiempo que ronde las dos horas y 34 minutos, cuatro minutos menos de lo que hizo el domingo (2 h.38 m.44 s).

«Los técnicos siempre me han dicho que, por mis condiciones y mi estilo de correr, puedo dedicarme a ello, sí». El viejo sueño de la atleta del Seoane Pamplín, ser olímpica, está al alcance, aunque aún quede mucho para que se decidan las plazas, tres, siempre que alcancen la mínima. Su entrenador y pareja, Vicente Úbeda, indudablemente su mejor apoyo a lo largo de unos durísimos últimos años, con lesiones y enfermedades, hizo la carrera con ella y llegaron juntos a la meta. «Hizo su mejor marca; menudo pique tenemos en casa», bromea.

La del domingo en Valencia puede considerarse la segunda mejor alegría en la carrera de Jordán, que en 2010 fue campeona de Europa de cross sub-23 en Portugal. «Por todo lo que ha conllevado, para mí es una alegría muy personal, ya que los últimos años lo he pasado muy mal», subraya la extremeña, que en sus manifestaciones a este diario anuncia que su objetivo es evidentemente Tokio, «pero que ello no significa que vaya a olvidar el cross, «en el que disfruto muchísimo siempre». Sin embargo, su preparación constará de más ruta a lo largo de los próximos años.

«Estoy en mi mejor momento de forma», no duda en decir la deportista casareña, estudiante de Medicina que espera seguir compatibilizando sus carreras académica y deportiva de la mejor manera posible. Por empeño no va a ser, como ha sido norma a lo largo de su trayectoria.

A partir del kilómetro 30 sufrió de lo lindo, pero Úbeda y Rubén, su otro acompañante, «me llevaron como un reloj hasta la meta», cuenta. Valió la pena para Cristina Jordán, reorientada ahora en su carrera y sus ilusiones. Y todo, por el buen camino.