"Yo soy un presidente pasional. Soy un enamorado del fútbol y de los colores azulgranas, de Almendralejo y de mi gente. Para mí esto no es sacrificio alguno. Yo quiero darle lo máximo posible a esta ciudad, a esta afición". Quien así se expresa es Manuel Franganillo, presidente del Extremadura, pero también empresario y padre. Todo es compatible, según el protagonista. La clave, también ahora en Segunda B, es disfrutar con lo que se hace.

¿Cuánto y qué supone dedicarle muchas horas diarias al club? Evidentemente no poco esfuerzo, pero los tres presidentes de los clubs extremeños de Segunda B están felices de hacer lo que hacen. Así lo han apuntado también en varias ocasiones Daniel Martín (Mérida) y José María Tapia (Villanovense) Coincidencia plena: son unos pasionales del fútbol, circunstancia que minimiza la dualidad de la responsabilidad de negocios y fútbol.

"Ahora vamos a tener una estructura más profesionalizada, y habrá más tiempo para dedicarlo a otras cosas, como las empresas o la familia", añade Franganillo, que no cuantifica el tiempo que le supone su Extremadura UD, que compagina con Destilerías Espronceda, su pujante empresa de licores que, además, da trabajo a futbolistas de la entidad. "Estoy seguro que a todos los presidentes nos cuesta dinero", resuelve el mandatario azulgrana, desde el 2007 en el Extremadura, los tres últimos al frente de la nave.

"Yo lo tengo bien diseñado y estructurado todo. Está claro que esto te quita tiempo, pero yo sé que mi prioridad es mi empresa, y como tal así la llevo. Me va bien", no duda.

El tiene, dice, una "suerte" añadida: "mi familia disfruta también con el fútbol: mi padre fue futbolista, y mi hijo de 15 años también le gusta". Desde luego: su vástago juega en la cantera del Extremadura, esa que ahora se acaba de reforzar con la fusión con el Atlético San José. Otra 'excusa' más para involucrarse. Que el fútbol es fútbol. Y apenas cuesta. Que el sacrificio es relativo.