Pocas veces un tipo tan rudo ha podido generar tanta simpatía. José Luis Montes era serio, pero divertido; directo, pero informal; bronco, aunque sano. A uno, que coleccionó sus cromos de cuando era portero del Deportivo y que lo trató profesionalmente muchos años después, solamente le queda decir que se ha ido un tipo tan grande de cuerpo... pero también de alma.