Es un joven ibicenco que lleva toda su vida sosteniendo un arco, embrujado por el vuelo de una flecha que le ha llevado de una isla a Pekín. Cuando Antonio Rebollo surcó la noche barcelonesa en 1992 para encender un pebetero, cambiar la vida de una ciudad y el deporte de un país, Daniel apenas tenía cuatro años.

--¿Cómo se hace uno arquero?

--Ja, ja. En Eivissa hay una gran afición. Allí funciona muy bien el deporte escolar, son muchos los niños que tiran con arco. No es casual que cuatro de los ocho miembros del equipo nacional sean de la isla. Mi hermano Carlos, que ahora es del centro de tecnificación, era arquero. Empecé a tirar en serio a cuando tenía 11 años, pero ya desde mucho antes trasteaba con los arcos.

--Fuerza, puntería, equilibrio mental, inteligencia... ¿Qué se necesita para ser arquero?

--Tiene un importante componente físico. Más de lo que parece. En días duros de entrenamiento, puedo tirar entre 500 o 600 flechas, que alcanzan a mitad de camino unos 235 km/h. Y la que hace 400 debe ser tan buena como la primera. Ahí está la dificultad, todas las flechas deben ser bien tiradas. El arco pesa tres kilos, pero la fuerza y la tensión que haces antes de lanzar es de 24 kilos.

--Pero no todo es potencia...

--Claro que no. Debes mantener la concentración para que la técnica de lanzamiento sea perfecta. Si se te va el pensamiento, se te va la flecha.

--¿Puede controlarla?

--Sí, por supuesto. Yo siento que la mayoría de las veces domino la flecha. Lo siento, es como si estuviera guiada por mi mente, teledirigida hacia donde yo quiero. Cuando la suelto, sé dónde irá.

--Al ver volar la flecha, ¿qué pensamiento tiene?

--Cuando vuela bien, es una sensación de placer indescriptible. Ahí, en ese vuelo, va todo de ti. Todo tu trabajo, toda tu energía, toda tu ilusión, todo. Es algo mágico.

--Apenas tres o cuatros segundos más tarde y 70 metros más lejos, camina al reencuentro con sus flechas. Las recoge y las mima como si fueran personas humanas . ¿Por qué?

--Porque es algo que engancha, yo no puedo vivir sin un arco y una flecha. Yo vivo casi las 24 horas del día pensando en ese vuelo. Lanzo 2.000 flechas semanales, cuando no estudio, cursa primero de fisioterapia, me entreno ocho o nueve horas al día.