El pontevedrés David Cal, de 21 años, eligió ayer el mejor escenario posible, una final olímpica, para presentarse al mundo como uno de los nuevos talentos del deporte español. Una de esas perlas que, de tanto en tanto, brillan con luz propia. Su triunfo en la final de C-1000

(canoa en la distancia de 1000 metros), concluyente, rotundo, fue una sorpresa para una inmensa mayoría, pero no para su entrenador, Suso Morlán, que hacía tiempo que barruntaba su eclosión, y menos aún para el alemán Andreas Dittmer, el campeón olímpico en los Juegos de Sydney y Atlanta, que ya sufrió para superarle en el Mundial del 2003 en Gainesville, en EEUU, y que acabó segundo.

"Es como un Ferrari, puro talento", lo elogió ayer Morlán, convencido de que David Cal aún puede ampliar hoy su hazaña en la final del C-500, una prueba en la que tendrá a un duro competidor en el ruso Maxim Opalev. "Si Dios quiere, mañana (por hoy) vendrán más".

El oro de Cal devolvió al piragüismo español al podio de unos Juegos, una posición que no conseguía desde Los Angeles-84, con un bronce del C-2 de Enrique Míguez y Narciso Suárez, y supone la quinta en total que consigue este deporte en la historia. "Antes de la final, veía que estaba bien, que tenía posibilidades, pero esto es un sueño. Este es el sueño de cualquier deportista, ser campeón olímpico", soltó David Cal, desbordado.

PURA ENERGIA En el centro de remo de Schinias, Cal, un mocetón de 1,83 y 91 kilos, se mostró tan elocuente en la carrera, como reservado aparece fuera. Fiel a su estilo, arrollador en la parte intermedia, cuando desarrolla toda su potencia, el palista gallego pasó los 250 primeros metros por detrás del ruso Fomichev, pero cuando se había cubierto la mitad de la prueba, ya se había situado en cabeza, posición que no abandonó hasta el final. El pasado año, en el Campeonato del Mundo marcó un tiempo de 3.49 minutos. Ayer con 3.46 se mostró intratable.

"Después de 20 años, es una enorme alegría volver a coger un podio", se regocijaba el presidente de la Federación, Santiago César Sanmamed. "Tal como lo he visto hoy, hasta apuesto por el oro en la carrera de mañana".

La ausencia de viento convirtió el campo de regatas de Schinias, a unos 40 kilómetros de Atenas, en una apacible balsa, en la que David Cal se empleó con toda su fuerza para marcar rápidamente diferencias sobre Dittmer, que remaba justo en la calle de la derecha. En la zona intermedia, el gallego parecía tener encarrilado el triunfo, pero su rival alemán aún hizo un esfuerzo final, a falta de 200 metros, que le obligó a vaciarse hasta la línea de meta.

"Ha sido una carrera parecida a la que disputamos hace poco en el Mundial, pero entonces él me superó al final", explicó Cal. "Hoy vi que él apretaba en el último tramo, pero me dije que no me podía pasar. Vi las gradas a reventar, mucha gente animándome, y saqué fuerzas de donde no las hay. Di lo mejor de mí", añadió el gallego, que necesitó una hora para superar el control antidopaje, lo que provocó la sonrisa de su entrenador: "Hasta esto se lo toma con calma".

MUCHOS NERVIOS Suso Morlán, que lleva la preparación de Cal desde que éste tenía 14 años, siguió encogido la carrera desde la tribuna y no escondía su nerviosismo al acabar. "Yo estaba atacado por los nervios, y él en cambio, me miraba y se sonreía", explicó el entrenador gallego sobre las sensaciones previas a la competición. "La verdad es que no veía cómo compitió hoy. Sólo veía que iba a toda máquina".