Los pocos invitados que asisten a la zona VIP del Giro, llegada de Matera, sexta etapa, tienen el honor de aliarse a la historia cultural de Italia mientras aplauden el esfuerzo de Arnaud Démare. Las tribunas de invitados llevan el nombre de tres pintores -y algo más- Leonardo, Caravaggio y Raffaello. El ciclista y campeón francés levanta los brazos como triunfador de la etapa delante de ellos.

La gente corre como loca por la cuesta que lleva hacia el podio. A veces, se tiene la sensación de que algunos aficionados al ciclismo se han olvidado totalmente de la pandemia y les da igual saltarse el distanciamiento social en una Italia, que ya ha hecho obligatorio el uso de la mascarilla en la calle, con tal de tener una buena posición tras las vallas para ver cómo se le entrega la 'maglia rosa' un día más al joven portugués Joâo Almeida, en un día con caída sin consecuencias. Solo dos ciclistas de Portugal se han vestido de rosa; el primero fue Acacio da Silva, crecido como corredor en Luxemburgo. Joaquim Agostinho, el mismo al que mató un perro cuando era líder de la Vuelta al Algarve, en 1984, nunca tuvo tal honor en sus años de éxito. Aún hoy sigue siendo el mejor ciclista luso de la historia.

Esta vez sin 'foto finish'

Démare gana esta vez de forma clara, sin 'foto finish', como ocurrió el martes en Sicilia, y sin la oposición de Peter Sagan, demasiado escondido en una llegada en subida que le iba como anillo al dedo. No hay manera de que el tricampeón del mundo entre en forma esta temporada. Ya son demasiadas oportunidades perdidas.

En la ciudad del cine bíblico, Démare consigue un triunfo de película, muy cerca de los 'sassis', las viviendas excavadas en la roca, que ahora son Patrimonio de la Humanidad por obra y gracia de la UNESCO, pero donde la gente vivía hacinada, sin agua, sin luz y desgraciadamente con el nivel de analfabetismo mayor de Italia hasta que Pier Paolo Pasolini la hizo famosa en 1964 al rodar aquí 'El Evangelio según San Mateo'. Luego llegó Mel Gibson con 'La Pasión de Cristo' y en el último otoño antes del coronavirus, al margen de la Biblia, Daniel Craig en la última entrega de James Bond. Pero los ciclistas no tienen tiempo para estos detalles. Cruzan lo más rápido que pueden la meta de Matera en busca de los hoteles, siempre hay traslado y poco tiempo para recuperar las fuerzas perdidas, aunque la etapa haya terminado al esprint.

Caída de Pedrero

El guion del Giro no se escribe en Matera. Eso se deja para las historias cinematográficos. Es un día para no caerse como le pasó también a Antonio Pedrero, a dos kilómetros de la meta, la zona protegida, un susto que podía tumbar el trabajo bien hecho en la general junto a su compañero aragonés Sergio Samitier, dos almas del Movistar que circulan en libertad y se agarran con entusiasmo a la general del Giro. Los jueces lo recalifican y le dan el mismo tiempo que Démare como ganador de la etapa y se clasifica al final con el resto de ciclistas que pelean por una buena posición en la tabla de la carrera. Es la prueba palpable de que un percance puede llegar en el momento más inesperado por más inspirado, fuerte y atento que se circule en el pelotón.

Era un día para no descuidarse en la rampa final, los tres últimos kilómetros eran en ascenso, que conducía hacia la ciudad bíblica del sur de Italia. Los que se han descolgado, y solo como prueba de lo atrevida que era la cuesta final, cruzaban la meta con el plato pequeño y con pedalada ligera para guardar fuerzas ante el temido viento lateral que este viernes puede levantar el zafarrancho de combate en una llegada a Brindisi, ya en el Adriático, tras dejar el mar Jónico y los escenarios de la Biblia.

Todas las clasificaciones en la página oficial del Giro.